En México
Impactantes crónicas de Puebla tras el sismo, desde los ojos de héroes anónimos
A la comunidad de Santa Ana llegó un camión de siete toneladas con ayuda para los damnificados
(Foto: Archivo, El Gráfico)
El terremoto que sacudió el pasado 19 de septiembre distintos estados del país dejó una ola de destrucción y muerte, así como de solidaridad, entre los mexicanos.
Te traemos algunas de las historias y vivencias de voluntarios -héroes anónimos- que se aventuraron al municipio de Jolalpan, Puebla, en la comunidad de Santa Ana, hasta donde llegó un camión de siete toneladas con ayuda para los damnificados.
Ellos viven en la zozobra de los recuerdos de sus techos cayéndose a pedazos, en medio de un clima de incertidumbre pues la ayuda que llega se cuenta con los dedos de las manos y la necesidad es más que evidente.
ANDRÉS, 22 AÑOS
Dalia, de unos 30 años, pelo oscuro, piel morena, fue la encargada de coordinar la llegada de los donativos ya en la comunidad, “muy solidaria”.
“Vimos mucha desesperación de parte de la gente que sí realmente se vio afectada. Llegar fue un problema porque obviamente el camión no podía entrar hasta allá, nos prestaron camionetas para cargar y llegó un punto donde tampoco las camionetas podían pasar; de ahí fue cargar hacia las casas”.
EUGENIO, 20 AÑOS
“La primera sensación que tuve del centro de acopio fue de mucha impresión con la respuesta de la gente; cuando lo empecé me imaginaba, la neta, que iba a ser algo muy pequeño, que íbamos a tener poco impacto, y era más bien la manera de sacar mi sensación de impotencia de que no podía salir a la calle a ayudar, porque iba a perjudicar más con el tráfico que con otra cosa. (La ayuda) empezó a llegar y llegar y llegar, tanto vecinos como gente que ni idea, a dejar cosas”.
“Se me cerraba la garganta una de cada tres cuadras, impresionante la situación en Santa Ana, y también me conmovió mucho y me hizo sentir bastante orgulloso de lo que estábamos haciendo. Esos pueblos en verdad no tienen nada”.
“Me cambió muchísimo la perspectiva, de repente todas mis preocupaciones del día a día se sienten como súper banales y poco importantes”.
“Hoy que regresé a la universidad y que cerramos el centro de acopio por un par de semanas antes de volverlo a abrir para llevar más apoyo, el regreso a la cotidianeidad es muy complicado; tienes como una especie de culpa del sobreviviente, que no se quita en todo el día. No te sientes con el derecho a regresar a tu día a día normal, cuando sabes que hay gente en la situación en la que está”.
FERNANDA, 18 AÑOS
“Cuando llegamos a Jolalpan primero llegamos a una bodega y empezamos a descargar las cosas, luego empezaron a llegar camiones, lo subimos todo, y ya nos fuimos al pueblito. Sí había casas muy destruidas, había caminos por los cuales no podías pasar porque habían muchos escombros, te tenías que ir a pie. A las casas de abajo no les había llegado ayuda porque no podían pasar coches y nadie quería pasar caminando; la gente la verdad estaba muy desesperada, lloraba en la puerta de su casa. Hubo varias señoras que nos metieron a sus casas a que viéramos los daños, las paredes estaban muy cuarteadas, los techos en el piso, literal no tenían nada”.
“Cuando estábamos repartiendo despensas pasamos por una casa bastante destruida, y salió la señora de la casa y nos vio cansados, con mucho calor, y la señora con lo que tenía salió y nos dio tacos, sustanciosos, salchicha, huevo, (nos dijo) sé que están ayudando y necesitan fuerza”
MICHEL, 20 AÑOS
“Toda la semana que estuvimos recolectando los víveres y las donaciones fue, desde ver cómo la gente quería ayudar y no sabía cómo, y su forma de ayudar fue en el centro de acopio, fue una sensación de unidad muy bonita, pero también fue un sube y baja emocional de sí vamos a llenar el camión, no vamos a llenarlo… en el momento que cargamos el camión y que sí se llenaron las siete toneladas, en peso no pero en volumen, fue una sensación de logro y de orgullo para todos los jóvenes. Llegando a la comunidad, ver todos los derrumbes, la necesidad de la gente, fue algo impresionante”.
“La satisfacción de haber llenado el camión no fue sólo el hecho de nuestro trabajo de estudiantes, que no teníamos hasta cierto punto ni la menor idea de lo que estábamos haciendo, sino el trabajo de toda la gente que confió en nosotros, que nos echó la mano, con una venda en los ojos. Nada de lo que se logró en el centro de acopio hubiera sido posible sin la ayuda que se tuvo de toda la gente. Me encantaría poder agradecer persona a persona, nombre a nombre, pero eso es imposible”.
“Fue una experiencia bastante llenadora. Como que puso en perspectiva lo que verdaderamente son problemas en esta vida”.
ROBERTO, 20 AÑOS
“La verdad es que mi experiencia fue muy satisfactoria. Al principio no sabía cómo iba a terminar la semana, no sabía qué iba a pasar, pero desde el día uno en que me puse a ayudar en el centro de acopio, a mandar y recolectar víveres, sobre todo estar buscando gente que nos estuviera ayudando, y la gente ayudaba y nos decía qué se necesitaba, es algo muy fuerte, porque nunca lo vives hasta que lo pasas”
“Ya cuando fuimos a dejar el camión a Santa Ana, desde que subimos las cosas y ver que el camión sí lo llenamos es una satisfacción de logro muy fuerte, porque dices eso fue el trabajo que todos juntos logramos”
“Ver a la gente que te ayuda y te dice sabes qué, ven, cómete un taco, voltean y te decían oye necesitas agua, es muy lindo. Algo que sí se me hizo muy fuerte fue que vi a un niño salir de su casa toda tirada, llorando, y que nosotros le hayamos dado una bolsa con pañales y gerbers, fue lo mejor para el niño porque el niño literal quería algo de comer, y que haya podido comer tan siquiera un gerber ha sido una satisfacción más fuerte que he tenido”.