INCLUYE ARMAS Y PUÑOS
Locatarios de mercado de San Juan, se defienden con todo
Locatarios del mercado de San Juan, en Neza, tienen su propio sistema de seguridad contra ladrones
Juan Carlos Reyes García, El Gráfico
Alexis Ortiz
Era un día cualquiera de febrero de 2012, pero Juan Vicente, alias “El Patachín”, no sabía que sus horas estaban contadas. Antes de ser linchado por una turba enfurecida, asaltó un negocio de plomería en el mercado San Juan del Estado de México. Como si la muerte lo hubiera llamado, la alarma que los locatarios habían puesto un año antes comenzó a sonar.
La alerta está conectada a un sistema de seguridad conformado por botones de pánico colocados en la mayoría de los 800 puestos del mercado. Los trabajadores montaron ese mecanismo contra los asaltos y extorsiones. Bastan cinco minutos de alerta para que 100 hombres estén encima del criminal con sus 200 puños, cuchillos, machetes, fierros, picos, tubos, sartenes y cualquier objeto a la mano.
Además de botones de pánico, en este mercado se han instalado 130 cámaras de seguridad y montado una red de vigilancia que los mismos locatarios y vecinos hacen funcionar. Incluso un trabajador saca su revólver, la pistola con la que espera defenderse en caso de ser víctima de un delito.
Los trabajadores aseguran que los delitos por los que montaron su sistema de seguridad han ido a la baja desde 2011 en 90%. Sin embargo, la consecuencia ha sido tener casos como el de “El Patachín”, quien sintió la furia por mano propia.
En el mercado de San Juan la norma parece ser clara: ojo por ojo, diente por diente.
“Tuvimos que organizarnos porque no había apoyo de las autoridades. Teníamos que defender el patrimonio de nuestros hijos”, dice Efrén Tapia, secretario del mercado.
Autoridades califican el mecanismo de seguridad del mercado como positivo, pues gracias a éste los locatarios y vecinos se sienten más seguros.
“Aquí nos cuidamos entre todos. Hasta a los compradores, porque si alguien los quiere asaltar también suena la alertas. Nos sentimos más seguros”, explica una comerciante.
Sin embargo, esta seguridad ha tenido un costo: delincuentes golpeados y el castigo contra los linchadores es inexistente.