OFICIO ES BARATO, PERO DEMANDA ES CONSTANTE, ASEGURA

Ladrilleras dan buenas chambas, en Santa Rosa Jáuregui

Desde niño Miguel Campos vive de elaborar tabiques; se aferra a su labor porque es estable

(Foto: Luis Sánchez | El Gráfico)

Querétaro 09/11/2017 20:33 Actualizada 20:35
 

Miguel Tierrafría

Miguel Campos conduce el camión en el que sube los tabiques terminados que lleva a vender a orillas de carreteras o terrenos baldíos, donde hay oportunidad. Entre las veredas de tierra, escombro y la hierba seca, sortea el paso junto a sus escoltas, “El Pinky” y “Lucas”, sus perros que lo siguen desde casa.

El ladrillo es uno de los elementos de construcción más antiguo. Desde las civilizaciones primitivas en Medio Oriente hasta las construcciones precolombinas de Mesoamérica se ha implementado diversas técnicas para su fabricación, pero siempre el agua, la tierra y el fuego son el común denominador en todos los tipos.

En las orillas de la comunidad de La Solana, en Santa Rosa Jáuregui, varias ladrilleras se encuentran dispersas entre la parte baja de dos montes. Ahí es común preguntar por los hornos ladrilleros y que la referencia sea el humo o los montones del producto terminado en el paisaje.

Al llegar a su ladrillera, Miguel baja la bomba para sacar agua del bordo. Desenrolla la manguera interconectada con el bordo y la lleva unos 10 metros para rociar el montón de tierra de barro y el aserrín.

DESDE NIÑO. Desde hace 15 años se ha dedicado a la elaboración de tabique. Cuando era niño, seguía a su padre en la labor, interrumpida porque se dedicó a ser chalán de albañil y fierrero, oficios que dejó porque eran siempre temporales, a diferencia del ladrillo, en el cual el empleo es constante.

“He trabajado en otros lados y es inestable, laboras dos o tres meses y se termina. Antes era fierrero, chalán de albañil y aquí siempre hay empleo, puedes trabajar cuatro días y si tienes otras cosas, las haces porque hay tiempo, lo que más me deja es que a mi familia la mantengo”, asegura.

Con el agua suficiente, Misaca el azadón, se quita las sandalias y se mete en un surco que formó para batir el barro y mezclarlo con el aserrín con una máquina que le ayuda.

Al llevar el ladrillo al horno, Miguel ha modificado los materiales que utiliza para no contaminar el ambiente. En la época de su padre era común usar aceite quemado, llantas y plásticos, pero con disposiciones oficiales enfocadas a la contaminación atmosférica han optado por materiales como la leña.

En la actualidad, la venta del ladrillo va en aumento, ya que al menos los millares que producen los venden rápido.

“La venta está mejor que en 2009 y 2010, sí está barato pero no se queda ni se estanca, el que vas haciendo lo vas sacando. Si haces 20 mil tabiques en tres semanas salen, antes tenías que dejarlo, una hornada de 10 mil”, comenta.

 

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