Desde 1970 empecé a creer en esos guerreros que portaban con orgullo la camiseta de la Selección mexicana.
Ese año fui por primera vez el majestuoso Estadio Azteca para dejar pendientes mis visitas a las arenas de lucha libre, como El Cortijo, La Aurora o la México. También hice un paréntesis en mi vida y deje ahí a El Santo, Blue Demon, Mil Máscaras, El Solitario y Aníbal, mis grandes ídolos, así como a los odiados Ángel Blanco, Dr Wagner, René Guajardo, Karlof Lagarde y Ray Mendoza. Por un tiempo cambié mi muñequito de El Santo por el de Juanito México 70.
Descubrí el futbol y con él a Enrique Borja, Francisco Castrejón, Aarón Padilla, Pichojos Pérez, así como a Franz Beckenbauer y al rey Pelé.
Todos hablaban del Mundial de México 70 y yo, al igual que mi padre, tíos, primos y hermanos, le iba a la selección de México, que por primera vez en la historia de las Copas del Mundo llegaba a los cuartos de final siendo anfitrión. Lamentablemente, fue eliminado por Italia.
Entonces me decepcioné y recuerdo que lloré cuando perdió México y volví la cara a los otros grandes guerreros que eran los luchadores mexicanos, esos que jamás me decepcionaban, que en sus batallas derrotaban tanto a luchadores españoles, como argentinos, colombianos , ingleses o japoneses, dejando siempre el nombre de México muy en alto.
¡Arriba México! ¡Mis ídolos del ring eran los mejores del mundo!
SIN REMEDIO. Pasaron cuatro años y la fiebre del futbol me volvió a atrapar en el Mundial de Alemania, pero mi Selección me volvió a desilusionar, ya que ni siquiera participó en la edición de 1974, debido a que fue eliminada por Haití.
Y así, la emoción de cada cuatro años y mi deseo de que el Tricolor llegara a una final se transformaba en frustración.
Llegó el Mundial de 1986 celebrado por segunda vez en el país. Con Manuel Negrete, Rafael Amador, Javier Aguirre, Olaf Heredia y Hugo Sánchez, los tricolores calificaron a cuartos de final y de nuevo decepcionaron.
Entonces yo ya era luchador profesional y me juré jamás entristecer de esa manera a mis aficionados. Me comprometí conmigo a que en cada lucha daría mi máximo esfuerzo, pues no quería que mis seguidores sintieran lo mismo que yo cuando el Tri me fallaba.
Como fiel mexicano, en este Mundial 2018 creo en el Tri y le deseo lo mejor, a pesar de sus irresponsabilidades y escándalos protagonizados por sus jugadores.
Yo también soy ser humano y me gusta divertirme: me gustan las mujeres, la fiesta y disfrutar de mis triunfos, pero jamás festejo antes de conquistarlos.
Hay tiempo para todo, pero primero lo primero y eso es entrenar, concentrase y disciplinarse para dar el máximo esfuerzo. Después se permite festejar, pero hay que ser discretos, por respeto a los aficionados y a nuestras familias.
Por cierto, felicidades a Zague por su “finísimo” video. No hay que olvidarnos de que al tratarse de deportistas profesionales, somos un ejemplo a seguir.
Aprovecho para felicitar a todos los papás en su día. Espero que nuestros seleccionados nos den una grata sorpresa, ¿por qué no?
Nos leemos la próxima semana, para que hablemos sin máscaras.