El sol, la luna, las estrellas, el cielo y el mar son los mismos que engalanaban la entonces sociedad capitalista de La Habana, Cuba, cuando El Santo la conoció en 1958 y era gobernada por el general Fulgencio Batista.
La Habana era una lujosa ciudad de vida nocturna, llena de glamorosas y bellas mujeres, de hombres con personalidad que elegantes asistían a hoteles, restaurantes, casinos, cabarets y clubs privados.
Iban al Tropicana, la Concha y el Royal Club para escuchar las inconfundibles voces de la enorme Olga Guillot, Beny Moré, Bola de Nieve y Celia Cruz, llegaban abordo de lujosos automóviles Oldsmobile, Cadillac, Pontiac, Hudson Jet, Pakard o Chevrolet, que circulaban por sus principales avenidas.
En ellas, El Santo tuvo la oportunidad de filmar sus dos primeras películas: Santo vs los Hombres Infernales y Santo vs Cerebro del Mal.
En ambas estuvo acompañado por el primer actor Joaquín Cordero; fueron dirigidas por Joselito Rodríguez y escritas por Enrique J. Zambrano.
También por el luchador y argumentista español, Fernando Óses, quien fue compañero y excelente amigo de mi padre y el hombre que logró convencer al Enmascarado de Plata de filmar en Cuba.
Hoy, después de 60 años en que el tiempo parece haberse detenido, La Habana sigue siendo bella.
Ahora sólo quedan en ella los recuerdos de esa sociedad que habitaban los lujosos edificios ya viejos, mudos testigos del pasado.
Sobrevive un atractivo set para fotografiarse, así como los monumentos y las enormes construcciones que aún se conservan, como la Plaza Vieja, la Plaza de la Catedral, el Castillo de la gran Fuerza Aérea.
Gracias a su arquitectura neoclásica, Art Decó y gótica, así como por su interesante historia, son considerados patrimonio cultural de la humanidad.
Los habitantes de la isla continúan viviendo en este sistema socialista que les impide crecer económicamente. Sólo algunos logran emigrar en busca de mejores oportunidades, mientras que los menos afortunados continúan aquí y llevan consigo un semblante nostálgico y triste.
Sin embargo, noto que el cubano vive cada momento, disfruta lo que tiene y sabe lo valioso que es convivir en armonía y respeto mutuo a pesar de todo.
En este viaje a La Habana veo transitar aquellos lujosos automóviles que en su momento fueron último modelo y que increíblemente lucen impecables y funcionan muy bien. Ahora son más que una reliquia, son los atractivos taxis en los que los turistas desean circular y fotografiarse abordo de ellos.
Hoy les escribo con profunda emoción imaginando aquella época glamorosa de La Habana de los años 50, visitando algunos lugares que continúan en pie, remodelados en su interior pero que conservan sus auténticas fachadas.
Es el caso de La Bodeguita del Medio, el Hotel Nacional, La Botica Taquechel, el Hotel Habana Libre, el cual sirvió de cuartel del ejército rebelde cuando triunfó la Revolución o el Hotel Capri, en donde se filmaron escenas de estas películas del Santo, ubicado en la Calle 21 y la Calle N, en donde se hospedó El Santo en su estancia en 1958.
“Por siglos, el mejor recurso de Cuba ha sido su gente”, dice la frase de Pico Lyer.
Nos leemos la próxima semana para que hablemos sin máscaras.