Después de los recientes y lamentables fallecimientos de Piratita Morgan y de don Max Linares, El Rayo de Jalisco, el pasado martes 21 de agosto aconteció otro triste deceso: el de Arturo Díaz Mendoza, mejor conocido como Villano III, a quien tras perder su máscara lo identificamos como el Rey Arturo.
Fue un gran luchador, heredero de una digna dinastía iniciada por su inolvidable padre, Ray Mendoza, y continuada por sus hermanos, los Villanos I y II, quienes ya también fallecieron.
Ahora la responsabilidad de esta familia queda en manos de los Villanos IV y V.
Hablar de Ray Mendoza es hablar de un pilar de la lucha libre, un hombre educado, sencillo, respetuoso y excelente luchador que dominaba la escuela ruda y técnica. Sus hijos también fueron y son así: respetuosos con el público, con sus compañeros y con este bello deporte.
En mi opinión, de los herederos de Ray, sin duda Villano III fue el más carismático, taquillero y completo. Y no hablo de técnica, pues posiblemente Pepe y Chucho fueron mejores, así como los Villanos IV y V.
Hablo de un luchador completo por su técnica, por su personalidad y por algo que muy pocos luchadores tienen: la bendición de poseer carisma.
Arturo tenía todo; además, era un luchador que se adaptaba a cualquier compañero y a cualquier rival. Tenía carísma dentro y fuera del ring, pues era un hombre simpático, bromista, platicador, accesible, sensible y un excelente imitador.
Recuerdo con agrado los momentos divertidos con él en los vestidores o el algunos viajes cuando imitaba al Solitario, a César Valentino, al Santo, a Blue Demon, Huracán Ramirez y René Guajardo, entre muchos luchadores más. Eso sin contar sus espléndidas imitaciones del señor Flores y de su propio papá, Ray Mendoza.
Arturo era tan bueno que nuestro excelente imitador Gilberto Gless lo hubiera felicitado de haberlo escuchado.
En cuestión de lucha libre, Villano III fue uno de nuestros mejores luchadores, siempre entregado a su público.
Lo recordaremos toda la vida por la pareja que formó con Ray Mendoza para hacer frente a grandes dúos, como el de Dr. Wagner y Ángel Blanco; el del Solitario y Aníbal, así como el de René Guajardo y Lagarde.
Estará siempre presente en nuestra memoria por los sangrientos mano a mano contra Sangre Chicana, Perro Aguayo, Fishman, Rambo y Atlantis, con quien perdió su máscara.
Serán inolvidables aquellas dramáticas luchas cuando formó un trío con sus hermanos para enfrentar a los Brazos, los Misioneros de la Muerte, los Tigres del Ring, los Fantásticos, los Infernales y tantas tercias que sufrieron frente a la Dinastía Imperial o las Panteras Rosas, la de Los Villanos.
En el ambiente taurino, cuando un torero posee valor, vergüenza, profesionalismo y muchos otros dones más, se le cataloga como un hombre con pundonor.
Esta palabra, según el diccionario de la Real Academia Española, significa tener sentimiento, amor propio, orgullo, actitud, dignidad y sensibilidad, entre otros dones. Y el pundonor era lo que caracterizaba al Villano III. ¡Hasta siempre, Rey Arturo!
Nos leemos la próxima semana para que hablemos sin máscaras.