Me lo hizo con fuerza y yo sólo quería más

Sexo 23/10/2018 05:18 Lulú Petite Actualizada 10:48
 

Querido diario: Era una ventana larga que da hacia la calle, con una persiana eléctrica que se baja o sube con un interruptor en el buró donde está el teléfono. En el tocador, dos botellitas de agua, una bolsita de pañuelos desechables y el menú del restaurante. Una de las botellitas de agua cayó al suelo cuando mi compañero me cargó por la cintura y me encaramó sobre aquel rectángulo de madera, pero apenas nos dimos cuenta. 

Estábamos muy ocupados continuando lo que habíamos empezado cuando me abrió la puerta. Él se había rodeado las caderas con mis piernas en un solo movimiento, y ahora me exploraba las curvas del cuerpo con dos manos fuertes y demandantes, que terminaron reposando en mis muslos como un bonito punto de apoyo. Todo esto lo hacía mientras nos besábamos a ciegas, más que prendidos y en plena forma.

Siempre cierro las persianas, en eso no hago concesiones, al menos hasta ahora, pero teníamos poca luz y una lluvia abrumadora formaba una cortina natural, que no dejaría a los mirones del edificio de enfrente más espectáculo que el de siluetas difusas.

Sentada en el tocador, le di un condón que abrió con los dientes y se puso en un santiamén. Bien agarrado a mí, apuntó su miembro entre mis muslos para jadear y embestirme hasta el fondo, y mis dedos se sujetaron de sus hombros, luego le bajaron por la espalda. Me gustaría decir que me aferraba a él con cierta fuerza, pero lo cierto es que todo mi cuerpo reposaba flojo ante la intensidad de los estímulos. El grueso de su miembro había encajado deliciosamente en la humedad de mi vagina, y a cada nueva estocada yo me sentía estallar; tenía el vientre prensado de puro placer, y la piel de la espalda estremecida. 

Estaba segura que, a mis espaldas, la lluvia azotaba con toda la furia de las calles de la ciudad, y lo sabía porque el ruido era fuerte y nuestra habitación estaba cerca de la penumbra, aunque un resplandor muy lindo le bañaba la cara al hombre entre mis piernas. Él se apoyó contra el espejo con una mano para acorralarme, su pecho subía y bajaba con la misma agitación que el mío. Ahora me penetraba con una lentitud riquísima, que me permitía disfrutar de cada centímetro de su erección. Pero después de compartir una mirada conmigo, se detuvo completamente para atacarme con unos besos que partieron desde mi boca, pasaron por mi mejilla y bajaron por mi cuello. Ahora que las paredes de mi vagina se contraían por el placer de tenerlo chupándose mi piel caliente, no me quedó más que hacer que gemir, retorciendo las caderas como buscando algún tipo de alivio.

Quise gritar, pedir tregua y al mismo tiempo rogar que continuara, pero me interrumpí a mitad de súplica porque un espasmo me acalambró el vientre. Puf. Fue un orgasmo tremendo. Entonces estiré la mano y cerré la persiana.

Hasta el jueves, Lulú Petite

Google News - Elgrafico

Comentarios