Vine a Mazatlán buscando el mar para que me recordara a esa que era yo. Necesitaba el crujir de las olas y el arrullo marino con el que crecí. Despertar escuchando cómo respira la inmensa masa de agua salada que cobija vida en las entrañas de nuestro mundo, me regresa a ese punto en el que soy mi propio origen y florezco.
Deseaba con el corazón caminar sobre un terreno arenoso y granulado, sentir con mis pies la temperatura fresca y la espuma blanca. Mi cuerpo pedía a gritos respirar aire nuevo a nivel del mar, bajar el ritmo, dejarme llevar por la brisa. Mi piel necesitaba absorber el calor del sol y el viento salado. Quería sentir sed en los poros y exfoliar las plantas de mis pies al caminar sobre la arena; acariciar mi cuerpo con el oleaje del agua, regocijarme entre las olas del mar y, otra vez, caminar sobre la arena mojada, donde también me acuesto a ver las nubes transformar su forma y su color. Necesitaba quedarme inmóvil y maravillada bajo pájaros que traspasan el cielo en hileras, en flechas o de dos en dos; despedir al sol vestido de naranjas, sentir segundo a segundo caer la noche con profunda lentitud, y contemplar el cielo volverse morado obscuro; buscar Venus, el Cinturón de Orión y la Osa Mayor, o perderme en una estrella fugaz que recorre el firmamento; admirar cómo desde el cielo regreso a mi cuerpo y me transformo de nuevo en esta yo.
Necesitaba regresar a esa que fui de pequeñita, a la que jugando en la playa descubrió el amor. Enterrar a esa otra yo que se deja y se abandona, esa que no hizo nada para cuidarse en el 2013, porque dizque todo se vale cuando se trata del amor. Debo perdonarme porque no me oigo ni me miro y me ocupo sólo de buscarme en sus ojos y en su aprobación. No sé cómo, pero quiero darme otra oportunidad, porque tengo mi historia y no merezco abandonarme, porque tengo un hogar sólo cuando me puedo cuidar.
Quiero iniciar el año sin reclamos ni enojos, tengo la certeza de que este es un proceso de cambio que tiene su tiempo y su momento. Sé que es ahora. Ha llegado el día del renacimiento. Deseo incorporar la costumbre de darme amor y cariño con naturalidad; besarme los hombros, buscando sentir mi aliento, mirarme a los ojos y sonreírme con complicidad. Quiero tocarme las ganas hasta sentirme llegar, y quebrándome en espasmos, fracturándome en pedazos y rota en el aire, explotar en mi totalidad.
Vine a Mazatlán a reencontrarme con esa yo que se hablaba con franqueza. Esa que a cuerpo entero gozaba de sol, calor y paz. Pude verme en los niños jugando en la arena, y también en mujeres de otros países y otras edades. Quiero voltear atrás y dejar huellas; caminar firme sobre la playa y mirarme en el mar.
Veo el horizonte sentada en la arena y me escucho respirar. Abrazo mis pechos, aprieto mis piernas, me abrazo toda y hasta me dan ganas de llorar.
Vine a Mazatlán, donde nací, de donde soy. Vine a atenderme y a volver a ser quien soy. Me fui de la casa donde he sentido frío para recobrar a esa que entre gritos, presiones y pleitos, en algún lado se perdió.
Inicio el 2014 apiñonada frente al espejo. Me reconozco desde dentro; suspiro y recobro en estos días mi aire, mi sol, mis nubes y hasta mi fuego. Escribo, observo, me toco, me recargo y duermo. Necesito recuperar toda mi fuerza, pelear desde dentro por lo que quiero, despertar mi voluntad, poner orden en mi tiempo y en unos días más, quedar lista para llegar distinta a la capital.