Cada persona tiene su forma particular de afrontar las situaciones difíciles. ¿Tú cómo las afrontas? ¿Actúas con ecuanimidad o reaccionas de manera extrema? Paralizarse (no actuar), evadir la situación (huir), agredirse a sí mismo y agredir a otros son cuatro tipos de reacciones extremas. ¿Recurres a alguna de ellas en un estado problemático de las cosas?
¿Te paralizas?
Adoptas esta actitud cuando estás convencido de que no se puede hacer nada para resolver el problema en cuestión. Algunas de las frases que quizás utilizas son: “No hay nada que hacer”, por ejemplo, si perdiste tu empleo y tienes una familia que mantener; “Esto no tiene solución”, si te sientes incómoda con tu vida sexual en pareja; “Es mejor ignorar el problema”, cuando te enfrentas a la adicción de uno de tus hijos; “No puedo arreglarlo”, cuando cometiste un error en el trabajo; “No sé cómo salir de esta situación”, si has estado levemente deprimido por la ruptura de tu relación; “Aguántate y resiste hasta el final”, si tu pareja tiene el mal hábito de serte infiel de manera frecuente. Al no moverte para encontrar la solución o probar diferentes alternativas, te quedas atrapado en la emoción y es probable que surjan la ansiedad o la depresión.
¿Evades la situación?
Evitar o huir también es una forma de afrontar una situación difícil, sólo que no es útil ni provechosa, no resuelve. Algunos ejemplos de ideas asociadas a este tipo de afrontamiento son: “Mejor voy a dejar el grupo de Alcohólicos Anónimos”, si encuentras algo que te disgusta o si surgió una tensión. Huir de la situación no soluciona nada, el problema se resuelve hablando, encarándolo. “Simplemente no voy a contestar sus mensajes o llamadas”, si has decidido terminar con tu novi@. Si no aprendes a manejar tus emociones y haces algo, como apoyarte en un profesional para resolver lo que te lleva a la depresión, la llevarás contigo a donde vayas.
¿Te agredes a ti mism@?
Por extraño que parezca, hay quienes se hacen daño como una manera de afrontar las situaciones difíciles. El ejemplo más claro lo encontramos en las personas que se autolesionan (se cortan, se arrancan el cabello o se provocan accidentes constantes).
Algunos ejemplos de ideas de autoagresión son: “Hay muchos conflictos en mi familia con los que no puedo lidiar, dejaré de comer”; “Me cuesta manejar el dolor emocional de mi, no sé qué hacer con él, así que me provocaré dolor físico (cortándome) para olvidar el sufrimiento”; “Me cortaré las venas, mi familia estará mejor sin mí”. Naturalmente, esta postura no resuelve ningún problema, al contrario provoca conflictos, dolor y confusión.
¿Agredes a otros?
Tomar una postura violenta hacia los demás es otra de las formas extremas de reaccionar ante las dificultades. Y hay quienes recurren a estas reacciones con bastante frecuencia. La chica enojada porque su novio le fue infiel se plantea: “Voy a romperle los cristales a su coche, es lo que más le dolerá”. El hombre cuya esposa demanda el divorcio se propone: “Te voy a hacer la vida imposible, estés donde estés, voy a hacer que en verdad me odies”. Algunos más violentos llegan a pensar en mandar golpear a quien se ha convertido en su enemigo. “¡Que se vayan al demonio! No quiero saber de una relación nunca más. Jamás volveré a confiar en nadie”, expresa el amante dolido. Generaliza el enojo y la agresión hacia todo el mundo.
Pon atención a tus reacciones, obsérvalas, escúchate. Mantente atent@ a lo que haces, a lo que sucede. Haz esto sin juzgarte y decide si quieres seguir reaccionando de manera extrema o si quieres probar una nueva forma de actuar.