Conductas que parecen inofensivas, como dormir de manera permanente durante largos periodos de tiempo en la misma cama con los hijos, pueden alterar el sano desarrollo sexual de los niños.
Y es que debemos tener en cuenta un factor muy importante: los niños son seres humanos en desarrollo y éste se da en todas las partes que conforman al individuo, sobretodo en sus primeros años.
La individualidad es algo que se desarrolla en todas las áreas de la vida, y ésta abarca la sexual también, señala la psicopedagoga y terapeuta de lenguaje, Cristina Martínez.
Hoy se sabe que una persona se hipersexualiza cuando recibe más estímulos de contenido sexual del que puede manejar, asimilar y comprender en su justa dimensión.
“La individuación, saberse individual, es un proceso que se gesta cuando el niño se desarrolla y el niño se desarrolla de acuerdo con el reconocimiento del cuerpo, y esto es área sexual”, explica.
Así, desde que nace, el bebé comienza a explorar y explorarse, ve sus manos, las chupa; cuando puede hace lo mismo con sus pies y va captando las sensaciones de tocarse él y la diferencia de ser tocado. Va tomando conciencia, poco a poco, de que es un ser separado de la madre, lo que le queda muy claro cerca de los dos años.
Pero a los padres se les vuelve costumbre dejar que los hijos crezcan durmiendo en la misma cama. De hecho, los expertos señalan que un recién nacido puede dormir con la madre y no hay problema porque no distingue esta separación aun si lo hace por varios meses, pero no es conveniente que la conducta persista por mucho tiempo ya que el desarrollo normal del niño lo debe llevar a identificar esa separación.
Por ello, explica Martínez, los niños desde pequeñitos “deben tener un lugar privado, propio para tocar su cuerpo, dónde explorarse libremente, los niños necesitan un ambiente seguro (en todos los sentidos) donde puedan estar solos para reconocerse”.
Y este espacio se llama cama o cuna. “Si se acuestan con los papás durante un tiempo prolongado y permanente, los niños adquieren una mala percepción del sexo, y se pueden hipersexualizar ya que no se individualizan, sino que pasan a ser parte de una pareja”.
Es decir, el niño se asume como parte de la pareja y no como un miembro de la familia. Esto puede darse en dos formas: si duerme con ambos padres se siente integrado a la pareja, si duerme con uno u otro padre pasa a sentirse la pareja de su mamá o papá, según el caso.
La hipersexualidad se caracteriza por una frecuente estimulación visual que hace que el individuo exacerbe su natural sexualidad hasta llegar, en algunos casos, a la adicción.
Las mamás a veces es más común que lo hagan si son solteras y sustituyen al varón con el hijo, quien después tiene mucho más problema para resolver adecuadamente el complejo de Edipo.
Es cierto que hay familias que no cuentan con la posibilidad de tener una habitación separada para el hijo y tienen que compartir el espacio de la recámara; éste no es el problema, pero el bebé debe tener su propia cama o cuna, un rincón especial que reconozca como suyo, como su espacio personal.
De hecho, el sueño es un hábito, por lo tanto se enseña y se aprende; los niños que duermen con sus padres tienen más complicación para aprender a dormir, pues los papás se vuelven elementos asociados al sueño, como el chupón, el muñeco o la cobijita y mientras no estén juntos en la cama el pequeño no concilia el sueño.
Los expertos señalan que no importa que la cama de los padres esté muy cerca de la del niño, lo que el niño debe aprender es que los padres son un elemento externo y que sepa cuál es su propio espacio, lo que además le ayuda a ganar seguridad.
Hay situaciones especiales donde es válido compartir la cama, pero los papás deben advertir a los hijos que son casos de excepción como las vacaciones, cuando ceden su cama a una visita, o por algún evento especial que así lo requiera.