Extraña a sus mujeres

11/01/2014 03:33 Yudi Kravzov Actualizada 22:56
 

Yo para este año que inicia pido salud, vida y fortaleza para seguir de pie; de lo demás se encarga uno. Chambeador siempre he sido. Me gusta trabajar. He hecho de todo. En Ensenada, durante cinco años me tocó hacerla de ayudante de cocina de un barco tiburonero. La aleta de tiburón se vende muy bien, pero casi no generábamos dinero porque seguido se nos descomponía el barco.

 Luego trabajé de ayudante de mecánica diesel. Encontré que esa es mi vocación, mi verdadero oficio. Arreglo cualquier motor, me entiendo muy bien con las máquinas. Desarmar motores es lo que más me gusta. Entiendo nomás con ver.

Fue por aquella época que conocí a Marisol; chula la cabrona. Nunca nos casamos. Somos de unión libre; tenemos dos hijas. A las dos las veo como mías porque una llegó conmigo de chiquilla y ahora tiene diez años; la otra tiene sólo cuatro.

Cuando vino el embarazo, vinieron también los gastos y yo me sentía muy presionado, así que un camarada me invitó a irme para el otro lado y me fui a chambear a Tucson. El vato bien sabía a qué me invitaba, pero a mí sólo me dijo que íbamos a checar los puntos en donde se instalaban los migras, para avisar cuándo se iban... Pero al final fui yo el que se quedó con la camioneta porque soy de los que no se pone nervioso cuando va al volante.

Metimos a más de 5 mil personas de todos los lados del mundo. Gente de todos colores y naciones: chinos, talibanes, brasileiros, ecuatorianos, cubanos, guatemaltecos, turcos, hartos latinoamericanos, centroamericanos.

Viví en el otro lado mucho tiempo. Las mujeres de allá también son dulcecitas; y es que la mujer es hermosa de cualquier lugar que venga.

Duré un rato largo en ese trabajo. Me tocó que me corretearan con helicóptero, cuatrimotos, caballos y hasta con perros. Cuando te agarran, te amarran de manos y pies y te dan tu botellita de agua. Me salvé de varias, hasta que un hijo de la chingada me puso la bota en la cara y me embotaron, me leyeron mi récord y me dejaron ir, pero estoy deportado de por vida. La verdad, no sé si me gustaría volver allá con los güeros, porque uno vive casi esclavizado.

De mi pasado me arrepiento de algunas cosas, como cuando estaba trabajando en una cooperativa de pescados y sentí que nos estaban explotando. Nos pagaban poco; a diario había que descargar treinta toneladas de langosta, de curbina, jurel, meros y pues yo y otros, empezamos a tomar prestado y se nos hizo vicio. Y es que, qué bonitos son los billetes y qué lindo es traer cuarenta mil pesos en la bolsa, todos tuyos. Entonces tenía mi carrito. Estaba soltero. Cotorreaba con las morritas, hasta que conocí a Marisol, que ahora vive en San Diego; ella y mis hijas tienen sus papeles legales. Trabaja en una fábrica que hace garrafones de agua. Mi hija mayor está en la primaria y la otra en kínder. Las extraño como sólo Dios sabe, pero no me las puedo traer; con mi sueldo y en mi circunstancia sólo sobrevive uno. Allá en cambio ellas tienen su welfare (bienestar). Están un poquito más a gusto; claro, tengo sentimientos encontrados. Marisol me apoyó siempre, también cuando me perdí en el cristal; ahí sí que estuvo feo, hasta perdí un terreno. El cristal es la peor droga... Si te prendes vales madres. Salí por mi propia voluntad cuando me comenzaron a llegar recuerdos de Mazatlán, de mi mar y mi familia; supe entonces que tenía que salirme de eso porque el cristal me iba a dejar loco o me iba a llevar directito a la chingada, así que le dejé a Marisol la casa para que la rente y me vine para acá.

En México hay culeros, mamones y buena onda. Yo he tenido la suerte de conocer todo tipo de gente, de hospedarme en hoteles grandes en las Vegas y viajar por los Cabos a todo lujo. El dinero no me impresiona, estoy bien armado con un corazonzote y con ganas de salir adelante. Vivo el presente y lo disfruto. Enfrento las cosas como vienen, no puedo regresar el tiempo ni cambiar las cosas.

Mazatlán es mi casa. Aquí me siento bien y aquí me voy a morir. Me gusta la playa; aquí están mis recuerdos, mis palmeras, mis montes. Estoy contento de estar aquí a mis 28 años; por eso, ya lo he dicho, para este 2014, pido salud, vida y fortaleza para estar de pie; de lo demás se encarga uno.

 

 

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