Justino Miranda
MORELOS.— Mariana olió el peligro, pero pasado el riesgo se sintió aliviada y retomó sus salidas. Era una mujer de 22 años, “alegre, que gustaba de divertirse sin dañar a nadie”, dicen amigos cercanos a la joven, cuyos victimarios arrojaron su cuerpo sin vida en un baldío del sur del estado.
El peligro acechó a Mariana desde el 30 de abril. Ella intuyó la cercanía del riesgo, porque como a las 18:00 horas de ese martes envió un mensaje de WhatsApp a una amiga en el que compartió su ubicación, donde se encontraba junto con otros jóvenes: “Bebé, voy a Oaxtepec. Si me pasa cualquier cosa, ya sabes dónde estoy”. La georreferenciación del texto indicó una carretera de Oaxtepec, con árboles y arbustos a los lados. No se veían casas ni negocios.
Por la noche, Mariana envió otro mensaje a su amiga y le notificó que ya había llegado a casa: “Me trataron bien. Creo que voy a salir otra vez con ellos”.
La joven estudiaba diseño de modas y practicaba futbol americano en la Universidad Autónoma del Estado de Morelos (UAEM). Diez días después de aquella salida, el cadáver de la joven fue localizado en el municipio de Xochitepec, a 15 kilómetros al sur de la capital del estado. Esa mañana del viernes 10 de mayo, su cuerpo fue hallado desnudo, tenía marcas de golpes y quemaduras.
Las lesiones que provocaron su muerte se mantienen en reserva, pero fuentes cercanas al caso señalan asfixia por ahorcamiento, también sugieren que su deceso fue resultado de golpes propinados por él o los autores materiales; según versiones extraoficiales, el rostro de la víctima tenía severos golpes.
Debido al grado de violencia al que fue sometida Mariana, la perversidad cometida contra su cuerpo y la exhibición del cadáver en una zona pública, el crimen es considerado como prioridad por la Unidad de Investigación de Feminicidios y Homicidios.
El caso, dicen investigadores, es un feminicidio con alto contenido de odio y uso de fuerza bruta.
EL CRIMEN. En la reconstrucción de su desaparición y posterior hallazgo las versiones de sus amigos indican que el 9 de mayo, cerca de las 18:00 horas, Mariana acudió a práctica de futbol americano, en el equipo Venadas Black.
A su salida del entrenamiento, a las 20:00 horas, comunicó a sus familiares que iría a comer tacos, por lo que llegaría más tarde de lo habitual, pero nunca dijo el lugar ni con quién o quiénes saldría.
Mariana, dicen sus amigos, era una chica cálida y nada grosera. No tenía novio y conversaba con varios grupos de amigos. Era su naturaleza socializar, dicen.
Una hipótesis de las autoridades sugiere que Mariana llegó a un bar de la avenida Universidad, cerca de la UAEM, con uno o dos conocidos; cuando se fueron, ella habría decidido quedarse con otro grupo de hombres, aparentemente conocidos. “Tenía que conocerlos. Ella difícilmente compartía mesa con desconocidos”, dice un amigo.
La familia de Mariana se refugió en el silencio; cuentan que su dolor creció porque en marzo pasado aplicaron restricciones a la joven, después de que un comando irrumpió en el bar Sofía de Cuernavaca y disparó contra clientes, entre ellos a una estudiante de 18 años que resultó muerta. Le pidieron reducir sus salidas nocturnas porque la percepción de su familia era que en Morelos se han multiplicado los feminicidios, así que decidió acudir a reuniones cerradas, con grupos de amigos y en sus casas.
“Es que mi mamá anda toda frikeada por la chava que mataron en el Sofía y ya ni voy a salir porque esta muy nerviosa”, compartió Mariana a sus amigos.
Su mamá, de acuerdo con distintas versiones, le habría recomendado quedarse en su casa. Pasado el clima de tensión, Mariana retomó sus salidas.
Una noche, la joven cruzó información con sus amigas acerca del homicidio de un conocido al que asesinaron de un disparo en la cabeza y otro que falleció por muerte natural.
—“Oye pues hay que tener cuidado”, le comentó su amiga.
—“Sí, está muy feo. Después a ver a quién le toca”, respondió Mariana. Las autoridades siguen las pesquisas para dar con los homicidas.