Nueva York Por Lulú Petite

Yo estaba boca arriba, viéndolo moverse

Lulú Petite, Nueva York
Viral 16/04/2013 06:50 Actualizada 07:00
 

Querido Diario:

 

Suite 504. Me agarré de sus antebrazos. Sólidos, poblados por un tapete de vellos oscuros, mientras él me la metía con un ritmo apresurado. Yo estaba boca arriba, viéndolo moverse. Él, con su miembro clavado en mis entrañas y sus brazos sosteniéndolo para no dejar caer su peso sobre mi cuerpo, cerraba los ojos y se movía con entusiasmo. En cada acometida lo sentía entrar más profundamente y me robaba gemidos incontenibles. Su frente y su cuello estaban aperlados por diminutas gotas de sudor. Sus brazos, rígidos y confortables, me servían para agarrarme del mundo y resistir sus embestidas sin salir disparada de la cama. Su sexo me llenaba y lo sentía tocar fondo y empujarme. Miré al techo y luego no pude más. Cerré los ojos y sentí cómo un espasmo delicioso recorrió mi espina dorsal y me explotó entre las piernas y en el cerebro. Vi blanco con los ojos cerrados y grité, clavando las uñas en la cama. Él siguió moviéndose hasta que se vino a mitad de mis gritos. Era tan intenso el placer que si hubiera seguido moviéndose durante ese orgasmo, probablemente mi corazón no habría aguantado la presión, o mi cerebro las sensaciones.

 

Se dejó caer sobre mí, sin aplastarme, y me la sacó. Cuidando que el condón saliera junto su miembro. Después se tumbó a mi lado sin decir palabra, respirando agitado. Platicamos un rato, volvimos a hacer el amor y cuando la hora se cumplió, me despedí y lo dejé desnudo, tumbado sobre su cama.

 

Villa 6. El segundo cliente era un hombre de sesenta años, más o menos pasado de peso. Me pidió que me pusiera de perrito al borde de la cama. Apuntó su pene entre mis piernas, me agarró de los tobillos y entró de un tirón hasta el fondo. Me dolió un poco cuando entró, pero al moverse de adelante hacia atrás, el ritmo suavizó el dolor y fue transformándolo en placer. Me tomó de la cintura y, moviéndose a una velocidad inesperada para su edad, me provocó un sorpresivo orgasmo. Estuvo rico. Él también se vino poco después. Con él fue un solo palo.

 

Temístocles 61. En la noche vi al profe. Fuimos a cenar a un restaurant que nos encanta. Un par de platos deliciosos y una botella de tinto. Hacía semanas que no estábamos juntos y, francamente, tenía muchas ganas de que regresara. Hace meses decidió dejar de dar clases y dedicarse en exclusiva a un negocio que puso con unos amigos suyos. Es una buena sociedad. Todos son más o menos de la misma edad, misma profesión, señores inteligentes y emprendedores. El negocio va viento en popa, pero cada vez les exige pasar más tiempo fuera del país.

 

Desde que empezó y especialmente desde que comenzó a agarrar vuelo, sabía que llegaría el día de una noticia definitiva. Por más que quieras distorsionar la realidad o hacer como que no sucede, sabes que una mudanza no empieza cuando empacas, sino cuando dejas de estar. Y él dejó de estar aquí hace mucho. Esperaba esa noticia, pero no esto.

 

En principio, la conversación espléndida. La historia de su viaje, muchos brindis, buenos deseos, bromas, risas, caricias, cachondeo. Este rollo de andar de noviecita, aunque sea de vez en cuando, me saca de onda. La noche iba de maravilla, hasta que puso cara seria y dijo esa frase que nunca es pronóstico de nada bueno: “Tengo algo importante que decirte”.

 

-El negocio ya cuajó y es un hecho que ahora prácticamente sólo estoy viniendo para verte. Es hora de que me mude a Nueva York.

 

¿Qué respondes a una sentencia como esa? ¿Le reclamas? ¿Lo felicitas? Yo me quedé callada. Guardé silencio suficiente tiempo como para que él agregara:

 

-No quiero irme sin ti, ¿vendrías a vivir conmigo a Nueva York?

 

Platicamos largo rato. Las piernas me temblaban, el ratón en la cabeza me corría a dos mil por hora. Prometió que nada me haría falta, que allá la luna es más redonda, su pito más largo y la felicidad más plena. Promesas, planes, declaraciones que yo no acababa de procesar.

 

Departamento 401. No quise decir que no, pero tampoco sentirme obligada a darle una respuesta inmediata. En cambio, fuimos a su departamento e hicimos el amor. Fue la primera vez que he tenido sexo con él y no he alcanzado el orgasmo. No sé si fue por los dos que tuve con mis clientes o por la sacudida a mi cotidianidad. Yo también tengo planes, vida, amigos, proyectos. Una no puede mudarse así, nada más porque sí.

 

No podía dormir, así que después de dar muchas vueltas en la cama, me levanté y me puse a escribir esto. Después de valorar pros y contras, estoy decidida: No iré con él a Nueva York. Cuando despierte se lo digo. A ver qué tal.

 

Un beso,

Lulú Petite

 

 

Google News - Elgrafico
Temas Relacionados
Lulú Petite Nueva York

Comentarios