Almas de papel estraza
(Foto: Archivo El Gráfico)
Anoche me quedé dormido en el Metro y nadie tuvo la cortesía de tocarme el hombro para despertarme. Reaccioné cuando iba de vuelta, en dirección contraria. Nadie me despertó, pero no me quejo porque soñé que íbamos de vacaciones a un pueblito llamado Mezcalli y que aún estabas tan enamorada de mí que apaciguabas todos mis defectos. Te soñé tan guapa como el primer día que amaneciste en mi cama. Hoy eres sólo una triste posdata, este soplo en el corazón que me sobresalta en las madrugadas. Hoy sólo eres el fuego que me dejaste en la cama, en la piel, en los labios resecos que te extrañan.
Anoche me quedé dormido en el Metro y apareciste en mis sueños, como hace unas semanas, como hace meses, como suele ser cada que se acerca mi cumpleaños. Ya no quiero soñarte más, menos desde aquel mensaje lapidario por WhatsApp: "Guárdate la poesía, no hace falta cuando se trata de largarse cada uno por su lado". Nos costó tanto, que perdí la cuenta de los días malos, de las lunas menguantes y nuestros adioses tan llenos de reclamos. Anoche me quedé dormido en el Metro y deletreé tu nombre en un túnel oscuro como este vacío tan jodido que es extrañarte.
La semana pasada me quedé dormido frente a la tele. Había sido una semana laboral algo pesada. Recuerdo que estaba viendo un documental de Discovery Channel donde explicaban que el cerebro humano está compuesto en un 70 por ciento de agua. Quién sabe qué tanto chingados sea cierto. Porque estoy convencido de que el mío y acaso el tuyo están constituidos un 60 por ciento de fracasos amorosos, un diez por ciento de suspiros y un pequeño porcentaje de decepciones por los mensajes de WhatsApp que nunca nos respondieron.
Y el cuerpo humano está compuesto en un 60 por ciento de agua. Pero en algunos casos, lamentablemente, el resto es un cinco por ciento de piedra caliza en el corazón, un 20 por ciento de mezcal o tequila o Tonayan o aguaslocas o cualquier cosa que ahogue la constante tristeza y un 15 por ciento de sobrepeso por tanta garnacha de la esquina.
Creo que el corazón está compuesto por un 65 por ciento de agua, no lo recuerdo bien, y un diez por ciento de amores fallidos. Otro cinco por ciento de grietas por decepciones, un cinco por ciento más de hilo para suturas y el resto de esa cobardía frente al amor de nuestra vida.
La neta no lo sé, pero en general estamos construidos de promesas en el aire, de fracasos constantes, de borracheras y resacas, de reclamos frente al espejo. Nuestro cuerpo está compuesto por un 60 por ciento de agua, un chingo de mezcales, algunas canciones que nos llegan al alma, esa propensión a decir el nombre de alguien entre sueños. Y también de esta necedad imperante de enamorarnos de gente que a lo mejor ni vale la pena, pero cómo saberlo. Nuestro cuerpo está compuesto en gran porcentaje de agua y tantas pendejadas que llevamos a cuestas.
Como dice Dante Guerra: "Mi cuerpo está compuesto de agua,/ de mezcal Tarántula y ron Zacapa./ Mi alma es este papel estraza/ en el que envolveré el karma,/ de pensarte desnuda en otros brazos./ Mi corazón está compuesto de rencor/ y esa amargura tan espesa/ que me provocará un microinfarto/ cada que encuentre tus posdatas/ archivadas entre mis libros de poesía./ Mi cerebro está compuesto/ de laberintos que recorro/ mientras voy intentando descifrar/ los acertijos de tu última despedida".