Brasil entra a la tercera semana de protestas y disturbios. Protestas, primero, por el aumento a las tarifas del transporte público —que obligaron al gobierno de Dilma Rousseff a derogarlo—, y después, contra el gasto exorbitante en la organización de la Copa Confederaciones en curso, el Mundial de Futbol de 2014 y los Juegos Olímpicos de 2016, con recursos públicos que los brasileños quieren para salud, educación, seguridad, sevicios.