Respetar, preservar y hasta prohijar usos y costumbres de las comunidades del país es, a no dudarlo, una práctica saludable que ayuda a conocernos y entendernos desde nuestra diversidad y, a partir de ella, potenciar la unidad como nación soberana.
Y no tome usted ésto como un rollo mareador.
De la funcionalidad política y del enriquecimiento cultural que dan el respeto de los usos y costumbres, hay diversos ejemplos en el país.