Conmovedora hasta las lágrimas resulta ser (Michael Gracey, 2024), película que retrata de manera cronológica la vida del cantante inglés , desde que jugaba de niño a cantar en casa junto a su padre, su entrada a una boy band que le dio fama internacional a los 15 años de edad y su camino solista que lo llevó a convertirse en un ícono del pop a nivel mundial.

Pero más allá de esa ruta musical, que de alguna manera sería el cliché del artista que viene desde abajo y alcanza la cima contra todo pronóstico, esta biopic te lleva por senderos más profundos sobre la naturaleza humana: los miedos al cambio, los tropiezos, el crecimiento personal, la sobrevivencia.

Y es que, desde niño, el papá de Robert Williams (nombre real de Robbie), un artista bonachón por momentos frustrado por no tener éxito, otros un aventurero que podría ser feliz con cantarle a un puñado de borrachos en tabernas de los bajos fondos por el resto de su vida dejó las cartas sobre la mesa cuando le dijo que solo había dos tipos de personas: Los ‘Don Nadie’ y los que tienen ‘ese algo’ que te hace ser especial y diferente, un titán como Frank Sinatra.

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Desde ese momento, el corazón delator de Robbie se sabe diferente, se visualiza en lo más alto y eso marcará su destino. Pero para ello tendrá que participar en agrupaciones como Take That, un quinteto pop que le da fama mundial desde muy joven, pero también le enseñará las garras de la industria musical que te pueden aniquilar.

Probará las mieles del éxito, pero también se hundirá en lo más profundo de las tinieblas hasta casi perderse para siempre.

Ahí es cuando el creador de ‘Angels’ y ‘Feel’ tendrá que resurgir de sus cenizas, pondrá a prueba la realidad de su talento, sus alcances como artista, su ingenio y su temperamento para reencontrarse consigo mismo y ser ese ‘gran hombre’ que marque la diferencia con su historia pasada y futura.

Porque la línea entre el éxito y la frustración a veces es muy delgada. Ves la luz al final del túnel, pero todo puede ser un espejismo, como oasis fantasmal cuando te mueres de sed. Justo en ese instante, cuando te miras en el espejo y ves a un pequeño chimpancé y regresan todos los demonios, el animal se reconoce y saca fuerzas de flaqueza.

Ese buen hombre ya está más allá del éxito o del fracaso, logró renacer, perdonar y perdonarse y cumplir sueños propios y ajenos, ‘a su manera’.

Comprendió el verdadero motivo de su existencia, se aceptó con ‘ese algo’ que tienen los gigantes y entonces ese buen hombre ya no tuvo miedo, lo entendió absolutamente todo.

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