Duelen las pérdidas

Vida 22/01/2019 05:18 Víctor Jiménez Actualizada 11:19
 

El dolor de una pérdida  es inevitable y no tenemos escapatoria. No podemos simplemente deshacernos de él: correr, escondernos, dejar de verlo. Aquí encontrarás ésta y otras verdades con respecto a las pérdidas que te ayudarán a comprenderlas y manejarlas mejor.

Todos sufrimos pérdidas en la vida. Las pérdidas están constantemente presentes en la vida. Nadie se salva de experimentar el dolor por una pérdida, ya sea de algo pequeño como tu camisa favorita o de algo realmente significativo como un amistad. A mayor importancia y cercanía emocional con lo perdido, mayor aflicción.

Sólo uno sabe cómo se siente ante una pérdida. El dolor por una pérdida es algo personal. Nadie puede criticarnos por sentir mayor o menor dolor, por ejemplo, por la pérdida de una pareja, la muerte de alguien querido o la pérdida del hogar por separación o desastre natural.

Sentir pena y dolor por una pérdida es normal. La reacción natural cuando perdemos algo, o a alguien, es de dolor y tristeza. No es natural ni aconsejable privarnos de sentir una emoción con la muerte, separación o pérdida de una persona amada o de algo muy preciado. Negarse a sentir una emoción, reprimirla o intentar alejarla a la larga puede provocar ansiedad, depresión, incluso enfermedades.

En las pérdidas hay emociones contradictorias. Cuando una persona cercana muere, solemos sentir dolor, pero también alivio. Muchas personas no se permiten experimentar el alivio que viene con la muerte de un enfermo. Esto sucede especialmente cuando la enfermedad y la agonía han sido largas. Sentir alivio en este caso no nos hace malas personas, sólo es una reacción natural a una situación difícil de enfrentar.

Sufrir una pérdida es cosa del corazón. Las emociones dominan en la experiencia de una pérdida. Para atraversar sanamente esta vivencia es necesario poner atención a lo que sentimos: enojo, tristeza, culpa, remodimiento. Debemos reconocer, expresar y procesar estas emociones para que naturalmente pasen y dejen de dominar nuestra vida. El reconocimiento y la expresión de sentimientos se puede hacer con un amigo, una amiga, un psicólogo, una trabajadora social, un terapeuta, una tanatóloga o un sacerdote. Todos ellos nos pueden ayudar a transitar el difícil camino de una pérdida.

Una pérdida no superada consume energía. Cuando dejamos asuntos sin concluir, sin cerrar, abiertos, como en el caso de una pérdida significativa, el recuerdo mental y emocional consume nuestra energía vital. En esta situación, nos vemos obligados a invertir tiempo, pensamiento y esfuerzo para mantener “controlada” la emoción no procesada. Lo mejor es avanzar por la vida sin asuntos pendientes relacionados con pérdidas. Trabajar el duelo y comenzar un nuevo ciclo en la vida.

Podemos hacer mucho para estar mejor. Cierto, no podemos cambiar lo sucedido, pero sí podemos hacer algo para sentirnos mejor y atravesar el difícil camino que hay por delante después de vivir una pérdida. Una de las acciones más valiosas es la de darnos un trato amable, comprensivo y cariñoso. Tras sufrir el dolor por la pérdida, lo que menos necesitamos son reproches, maltrato y exigencias hacia nosotros mismos. Cuando alguien querido lo pasa mal, le damos cariño, lo tranquilizamos, lo consolamos, lo comprendemos. Esta es precisamente la actitud deseable hacia nosotros mismos si perdimos algo preciado o a una persona amada.

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