¿Qué tiene de malo echarle una mano a los demás, ofrecerse a hacer algo que nadie más quiere hacer o dar a otros el beneficio de la duda? En realidad nada, excepto si siempre eres “buena onda”, y cuando digo siempre quiero decir las 24 horas del día, todos los días. Ser sensible a las necesidades de los demás, ser una persona “noble”, como dicen, o nunca discutir puede entrañar un gran riesgo.
Hay una gran diferencia entre actuar a partir del altruismo, la amistad, la sensibilidad, la paz y la confianza en los demás y actuar a partir de la ansiedad. Para algunos ser amable o agradable es una manera de manejar su ansiedad. Su actitud complaciente envía este mensaje: “soy feliz si tú eres feliz”. Y en este afán de agradar y complacer a otros están dispuestos a hacer lo que sea para no molestarlos, y para liberarse del temor que les provoca la molestia ajena. Les cuesta decir “no”. Su temor a incomodar les impide expresarse, ser honestos y defender sus deseos y necesidades.
¿Eres demasiado complaciente? Lee y decide si alguna de estas formas de actuar describe tu actitud:
* Tiendo a reprimir las emociones negativas que surgen en el día a día. Debido a esta represión sufro de ansiedad, depresión y algunas adicciones (compras compulsivas, atracones de comida).
Exploto en el momento menos esperado: con mis hijos, mi perro o con algún colega en el trabajo. Después me siento muy culpable, me disculpo y prometo no volver a hacerlo, pero al final no puedo cumplir mi promesa. El estrés acumulado me hace explotar.
Me responsabilizo de más por lo sucedido. “Es mi culpa, debí haber tenido más cuidado”, “Yo provoqué este problema”. Me exijo en exceso hacer mejor las cosas, no equivocarme, ser más complaciente. Estoy convencido de que no hago suficiente.
Aunque me cueste admitirlo, también tengo expectativas de los demás. Espero que aprecien mis grandes esfuerzos y me “devuelvan” el buen trato y me den prioridad, como lo hago yo con ellos. Me lleno de resentimiento si no están pendientes de mis necesidades y me dan lo que anhelo, aunque nunca se los diga. Deberían adivinarlo.
Me desgasto física y emocionalmente al tratar de complacer a los demás. Puedo llegar al límite del colapso, pero una vez que me recupero, vuelvo a enfocarme en el bienestar ajeno.
Me cuesta expresar claramente mis deseos. Prefiero esperar a que lo adivinen. Muy seguido no obtengo lo que deseo. En el mejor de los casos, consigo algo cercano a lo que quiero.
Para dejar de ser tan complaciente puedes hacer esto:
Hazte consciente de las actitudes anteriores. Cuando eres consciente de cómo actúas, tienes la posibilidad de cambiar o seguir actuando como siempre. Es tu decisión.
La próxima vez que estés tentada a ofrecerte para hacer algo que nadie más quiere hacer, toma unas cuantas respiraciones profundas y pregúntate si realmente quieres hacerlo antes de echarte encima esa responsabilidad.
Ejerce tu derecho a decir “no”. Si te piden que participes en algo que no te interesa, simplemente di “no”. Si te cuesta hacerlo frente a frente, llama, escribe o deja un mensaje de voz, pero hazlo.
* Escucha a tus emociones. Sentirte enojada, irritado o resentida puede significar que en realidad no quieres, necesitas o disfrutas de algo. Pregúntate: “¿qué no estoy diciendo?”, “¿qué quiero realmente?”.
* Practica la honestidad. Si te preguntan cómo estás, evita contestar con algo mecánico como “bien”. Comparte cómo te sientes en realidad. De esta manera podrías tener conversaciones más honestas y profundas.