Somos tan vulnerables al estrés de otros como lo somos al virus de la gripe, al sueño y a los bostezos. Absorbemos de manera inconsciente las emociones negativas y los aspectos disfuncionales de quienes nos rodean.
Los neuro-científicos afirman que imitamos respuestas emocionales por medio de las neuronas espejo, que nos llevan a mantenernos en sincronía con los demás y a conectarnos con sus emociones. Estas neuronas favorecen el desarrollo de la empatía y el altruismo. Sin embargo, no sólo nos ayudan a enlazarnos con las emociones positivas, sino también con las negativas.
El cerebro tiene cierta sensibilidad para captar las respuestas de otras personas: feromonas liberadas por medio del sudor, respiración agitada, habla acelerada, ritmo cardíaco elevado, cambios en el tono de voz y tensión física. Esta sensibilidad nos permite responder empáticamente al adoptar las conductas y emociones ajenas. Si pones atención, te darás cuenta de que momentos después de platicar con alguien estresado, ya has adoptado su postura corporal, su forma de hablar y sus sensaciones.
Las pruebas científicas. Max Planck, del Instituto de Ciencias Cognitivas y Cerebrales, en colaboración con la Universidad Técnica de Dresden, concluye que el estrés de otras personas, afectivamente cercanas o no, se puede transmitir con facilidad. El contagio del estrés se puede dar incluso a través de la exposición constante a programas de televisión en los que los protagonistas sufren.
¿Cómo protegerte del estrés de otros? Estas son algunas medidas preventivas que puedes tomar:
—Reconocer el potencial perjudicial del estrés ajeno. Con mucha frecuencia no se reconoce al estrés de otros como antecedente del propio estrés.
—Poner atención a esos primeros indicios que evidencian que estás siendo contaminado por el estrés ajeno. Ser consciente de tu voz, tus posturas y tensiones musculares.
—Ser muy consciente de cómo los otros expresan y transmiten sus preocupaciones, por ejemplo con respecto a comenzar una relación, adoptar un niño o someterse a una cirugía.
—Identificar las fuentes del estrés: una pareja aprehensiva, un jefe que tiende a maximizar las cosas, las personas a las que atiendes.
—Aceptar qué está bajo tu control y qué no. Es imposible controlar la fuente del estrés de segunda mano, por ejemplo, un jefe para quien todo es urgente. Pero sí puedes controlar tu respuesta a la presión que impone.
—Concentrarte en la solución al problema, no en la persona generadora de tensión.
—Comunicar a la persona estresante cómo te sientes y el impacto de su actitud en ti. Hazlo de manera clara y respetuosa.
No necesitas más estrés del que ya tienes para lidiar de manera personal. Mantenerte atento a la posibilidad de contagiarte con el estrés ajeno equivale a tomar precauciones para no infectarte con un virus. Es inevitable que estés expuesto al estrés ajeno y a los patógenos, pero con conciencia hay mucho que puedes hacer para mantenerte sano.