Ofrece una buena disculpa
(Foto: Archivo, El Gráfico)
Cuando dañamos una relación a causa de nuestro comportamiento o actitud, y sentimos culpa por ello, una disculpa sincera puede reparar el daño hecho y aliviar la culpa. Casi todo se puede arreglar con una disculpa, siempre y cuando la falta no haya sido terrible. Claro está, la disculpa debe ser auténtica, de lo contrario puede empeorar la situación. De niños se nos invita, y a veces se nos obliga, a disculparnos, pero no se nos enseña cómo ofrecer una disculpa verdaderamente reparadora. Veamos paso a paso cómo ofrecer una buena disculpa y con sus ingredientes básicos.
Expresar arrepentimiento por lo sucedido. Parte de esto incluye hacer un recuento honesto de lo ocurrido: “Había tomado demasiado y se me hizo fácil tomar prestado tu coche para seguir la fiesta en otro lado”. No se trata de justificar tus acciones, sino de explicar cómo sucedieron las cosas y, sobre todo, expresar arrepentimiento.
Pedir una disculpa de manera sincera. Decir “lo siento”, “discúlpame” o “siento mucho haberte causado estos problemas”. Sí, es necesario decir estas palabras que tanto cuesta a muchos expresar. Hay una enorme diferencia entre decir “Discúlpame, se me olvidó por completo que teníamos una cita ayer por la noche. Me siento muy mal y espero puedas disculparme” y comentar “¡Ay! ¿Habíamos quedado en vernos ayer por la noche?”.
Validar los sentimientos del otro. Para hacerlo es necesario que te pongas en su lugar. Debes estar consciente de las consecuencias de tus actos, cómo le afectaron al otro y cómo se sintió. Y no basta con saberlo, debes decirlo. A veces nos da miedo validar la furia, frustración o decepción del otro: “Sí, tienes derecho a estar enojada porque rompí nuestro acuerdo”, “Entiendo que te sientas frustrado porque te he dado poco apoyo económico”.
Tememos que si decimos esto, será como echarle leña al fuego. Pero curiosamente, sucede lo contrario: validar los sentimientos del otro mitiga el fuego y el ardor. Cuando nos sentimos agraviados, siempre estamos deseosos de que validen cómo nos sentimos y entiendan por qué estamos enojados, frustrados, decepcionados. Hazle saber a la persona ofendida que entiendes cómo se siente. Ponte en su lugar. Reconoce su sentir como razonable y natural dado tu comportamiento.
Reconocer la lección aprendida. “Lo admito, mi respuesta en la reunión fue humillante para ti” o “Tienes razón, esperabas que yo actuara de manera responsable y no lo hice”. La persona ofendida necesita saber que aprendimos la lección, pues esto hace menos probable que actuemos de la misma forma dañina en el futuro. Deja en claro qué vas a hacer para evitar actuar de forma humillante, irresponsable u ofensiva: “Voy a cuidar mis palabras al referirme a ti” o “A partir de hoy llevo un registro puntual de mis gastos para asegurarme de cubrir las necesidades de la familia primero y no gastarme todo el dinero con mis amigos”.
Tratar de reparar el daño. Es esencial ofrecer algo a la persona agraviada para compensar la conducta dañina, sin importar si acepta la oferta o no. Al ofrecerle compensación, le hacemos saber que estamos verdaderamente arrepentidos y deseosos de reparar el daño. “Para compensarte por el dinero que perdiste por mi culpa”.