RELATOS ERÓTICOS

El abogado, salvaje en la acción y tierno en la labor, por Lulú Petite

El abogado, salvaje en la acción, tierno en el labor, por Lulú Petite

El abogado, salvaje en la acción, tierno en el labor, por Lulú Petite (Foto: Unsplash)

Sexo 30/05/2023 17:15 Lulú Petite Actualizada 17:36
 

Querido diario: Cuando recién salió de la carrera, Juan trabajaba en un juzgado. Actuarios, creo que les dicen. Su chamba, según me cuenta, era notificar y ejecutar las diligencias. En palabras simples, era el que te caía a embargarte con la orden del juez, el abogado de quien demandaba y tres gorilas.

No le gustaba su chamba, pero al menos no se aburría. Dice que una vez embargó a un vato y cuando llegaron el deudor les dijo:
—A mí me van a embargar pura mazacuata.
Y la abogada del demandante contestó con seriedad:
—Pues sáquesela para echarla al camión —provocando la carcajada hasta del deudor.

Juan es muy buen cliente. Nos vemos desde hace un par de años y siempre la pasamos bien. Ya no trabaja en juzgados, ahora es empresario.

Me estaba haciendo el amor con enjundia. Sus manos apretaban mis tetas y su lengua jugaba con la mía en besos deliciosos e interminables, mientras me clavaba su hombría con una potencia deliciosa en cada embestida.

Sentí explotar en un orgasmo cuando él, gimiendo, soltó su semen en el condón. Nos quedamos abrazados.

Cuando estábamos recuperando fuerzas, desnudos en la cama, le pregunté por qué había dejado de ejercer. 

“De niño tuve una maestra a la que quise mucho. Pasaron los años y dejé de verla. Una tarde, fui a embargar a una morrita que le debía a una tienda. 

Cuando nos abrieron, en la puerta estaba mi maestra. Su hija, la que debía una tele o no sé qué, no estaba, pero los ojitos de mi maestra se poblaron de lágrimas, estaba asustada de vernos invadir su casa, hablarle de deudas, avales y obligaciones. 

La abogada demandante explicaba que le embargaríamos esto y aquello.

Yo tomé mi cartera, como sabía cuánto se debía, entregué el dinero a la abogada y se cerró el caso por pago. Renuncié a ese trabajo esa tarde. No podía vivir de las lágrimas de seres queridos. Me fue bien, al fin y al cabo”, remató mirando al techo, como recordando todo. Entonces yo le di un beso.

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