RELATOS PICANTES
Así es como un buen “delicioso” te puede mejorar el día, según Lulú Petite
(Foto: Especial)
Querido diario: Sí, lo admito, cuando llegué a verte estaba de pésimo humor. El tráfico estaba imposible, parecía que toda la ciudad se había puesto de acuerdo para salir al mismo tiempo.
El calor era de infierno. Por un momento te odié por haberme citado a la hora ‘pico’ de tráfico y me odié a mí misma, por haber aceptado.
Me recibiste con una sonrisa. En la habitación, todo era calma. El aire estaba puesto a una temperatura fresca, sin hacerte sentir que pasaste del desierto ardiente a un refrigerador industrial. Lo habías calibrado perfectamente.
El cambio de clima y tu sonrisa mejoraron mi estado de ánimo. Venía lista para echarte en cara lo desastroso del camino, pero me puse en tus manos flojita y cooperando.
Primero conversamos, las risas, las palabras, los toqueteos, parecían más parte de un juego de seducción que una cita para coger. Cuando me tomaste de las manos y te acercaste para besarme, era casi como un romance.
Tu boca buscó la mía y mientras nuestras lenguas se enlazaban, tu mano acarició mi cara hasta ensortijar tus dedos en mi cabellera. Besaste mi mejilla y bajaste por mi cuello, poco a poco fuiste desnudándome, intercalando caricias con besos.
Desabotonaste mi blusa, con un chasquido liberaste mi sostén y mis senos saltaron libres a tu boca. Los chupaste salvajemente hasta concentrarte en mis pezones durísimos.
Me tenías caliente a tope. Especialmente cuando te desnudaste y vi tu miembro durísimo y enorme apuntando a mi entrepierna. Me besabas mientras te ponías el condón.
Paseaste un poco la punta de tu sexo por mis labios vaginales para repartir mi lubricación y me la metiste de golpe provocándome un grito suave, entre el placer y el martirio.
Clavé mis dedos en tu espalda y te dejé hacerme el amor. Cuando salí, ya no había tanto tráfico y el calor me importaba un pito. La vida siempre es distinta, después de un par de buenos orgasmos.
Hasta el martes, Lulú Petite.