RELATOS ERÓTICOS
“Dos placenteros chorros en un día, y ambos muy ricos”, por Lulú Petite
(Foto: Archivo, El Gráfico)
Querido diario: Estoy de rodillas mientras siento su miembro metérseme hasta las amígdalas. Siento su mano en mi sien, sus dedos se meten por mi cabello y dirigen el ritmo de la mamada. Me agarro de sus muslos para conservar el equilibrio. Siento de pronto cómo se endurecen sus músculos y gime, su mano aprieta un poco mi cráneo y hace que me la coma hasta el fondo.
Siento en mi garganta el golpe de un chorro de leche atrapado por el condón. Siento en mi lengua la textura gelatinosa del semen atrapado en el preservativo.
—Ha estado muy rico —le digo para despedirme. Tomo el dinero del buró y salgo de la habitación. Tengo otro cliente programado en una hora.
El tráfico en la ciudad es lento, dudo entre regresar a casa o matar el tiempo en el bar del motel. Me meto al bar y comienzo a escribirte estas líneas.
El segundo cliente está sentado en un sillón. Yo de frente encima de él, con su miembro clavado en mis entrañas.
Mi vientre se fricciona con el suyo, mientras me clavo su pene, tomo impulso con los dedos de mis pies para mantener un buen ritmo de mete y saca, con su sexo haciendo delicias dentro mío.
Me aferro a sus hombros y tomo impulso. En una suerte de sentones, su falo juega entre mis piernas, se clava. Él toma mis senos con sus manos y comienza a amasarlos con lujuria. Sigo cabalgando. Siento el orgasmo formándose. Un torrente de adrenalina corre por mis venas. Me vengo. Aprieto sus hombros y escucho sus gemidos. Él dispara y llena el condón.
—Ha estado muy rico —le digo para despedirme. Bajo al bar a seguir escribiéndote, no quiero que se me vaya la idea. El tráfico ha disminuido. Voy a cerrar la computadora para irme a casa.
Hasta el martes, Lulú Petite