RELATOS SEXUALES
“Por la delicia de sus dedos, la almendrita terminó empapada”, por Helena La Mala
(Foto: Archivo, El Gráfico)
Hola, mis amores, feliz miércoles a tod@s. Hoy voy a contarles cómo convertí a don Heleno en una vaca lechera.
Poniéndonos serios, estos últimos días me ha costado mucho dormir y concentrarme; eso ha afectado mi calidad de vida, incluyendo la sexual. Pero eso no nos ha quitado las ganas de estar juntos y disfrutar, así que hemos estado trabajando en una solución.
Hace unos días, decidí que quería jalársela, usando un buen lubricante y dejando que mis manos hicieran magia. Llegué a la habitación y, literal, puse manos a la obra. Saqué su miembro y comencé a masajearlo en seco, lo movía arriba y abajo.
Hasta ahí mi mente aún no estaba tan enfocada, pero cuando entró en acción el lubricante, el sentir en mis manos su pene palpitante, cómo iba endureciéndose y aumentado su tamaño, me excitó al punto de humedecer mis calzones.
A pesar de que yo estaba jalándosela a él, yo también gemía disfrutando su placer, sintiendo cómo mi entrepierna se hinchaba.
Al darse cuenta de mi excitación, él estiró su mano y empezó a masajear mi clítoris. Mi cabeza explotó y el estrés desapareció por un momento de mi vida, solo me dediqué a sentir la delicia de sus dedos en mi almendrita.
Él terminó y llenó mis manos con su jugo, mi entrepierna también estaba empapada. No fue necesario llegar al orgasmo para gozar, todo lo que sucedió me ayudó —más que nada— a que mi mente se despejara y alcanzara un momento de paz.
Así, don Heleno se convirtió en mi vaca lechera. Ahora hacemos esto con frecuencia; yo simplemente me dedico a disfrutar, mientras él me masturba y, por unos minutos, ambos nos despegamos del mundo.
Estoy feliz de que me tengan en sus manos y espero con ansias nuestra cita de la próxima semana. Saben que los adoro infinitamente.