RELATOS SEXUALES
“Se la rifó tanto que me dejó la entrepierna palpitando por horas”, por Helena la Mala
“Se la rifó tanto que me dejó la entrepierna palpitando por horas”, por Helena la Mala (Foto: Instagram)
Hola, mis amores, ¡feliz miércoles! Hoy quiero darles amor con un relato. ¿Saben que hay orgasmos que duran para la eternidad? Esos que permanecen en nuestra memoria, pues nos dejan un hermoso recuerdo sensorial de cómo fueron.
Los aromas nos remontan a esos momentos e, incluso, nos pueden volver a poner la piel de gallina. Orgasmos que parecen llevarnos a las estrellas y dejarnos ahí suspendidos por un rato. Eso me sucedió hace unos días.
Estábamos debajo de la sábanas, después de algunos besitos y rozones por arriba de las pijamas llegó el momento que mi almendrita estaba deseando desesperada.
Por fin, él sacó su miembro duro y goteando de su jugo, su lubricante. Lo vi tan duro, que sabía que me haría gritar de placer. Lo centró bien y me la dejó ir como agua, estaba tan excitada que resbaló fácilmente; desde la primera embestida se fue hasta el fondo y dejó que mi centro lo sintiera completo.
Con las piernas abiertas, lo recibí como campeona, dejando que su peso cayera sobre mi cuerpo recostado en la cama. Después de varios besos, algunas mordidas y más metidas, decidí subir un poco mis piernas y dejarlas a la altura de su cintura, así el acceso de su pepino sería más libre y podría sentir cómo su pelvis chocaba con mis nalgas.
El placer que la posición de mis piernas me dejaba sentir, comenzó a volverme loca. Yo quería más y quería hasta el último centímetro dentro de mí.
Cuando pude sentir que estaba a punto de llegar, corté ese placer en seco, para poner mis tobillos justo en sus hombros, como dicen por ahí, como unos hermosos aretes.
Así, sus ‘kiwis’ podían chocar con el centro de mis nalgas que estaba también abierto por la posición que yo había tomado.
La velocidad no aumentó, fue la misma, pero lo hizo con mayor fuerza. Eso me hizo explotar, no pude resistirme y sentí cómo alrededor de su miembro y entre mis labios escurría ese elixir que brotaba de mi centro, fruto de un buen orgasmo... un centro que palpitaba, que se apretaba y aflojaba con cada segundo de placer.
Después de terminar bien llena, él salió a poco y dejó que escurriera lo suyo y lo mío, de entre mis nalgas, para después, con las puntas de sus dedos, pasearse por mis piernas.
Cada centímetro que sus dedos recorrían, me hacía explotar más, pero cuando llegaba a mis labios y a mi pelvis —aunque sus dedos estuvieran por fuera de mi centro— podía sentir cómo ese orgasmo se extendía. Parecía no terminar, el cosquilleo llegaba hasta mi nuca y mi clítoris parecía palpitar. Fue algo delicioso y glorioso.
¿Tú has tenido un orgasmo así de duradero? Amo que me tengan en sus manos y espero con ansias que me busquen la próxima semana en este periódico.