Más Información
Fue mi momento de agradecerle todos esos orgasmos deliciosos que me hizo sentir, se esmeró con la lengua, dejándome tan mojada que el sonido que hacíamos cuando nuestros cuerpos chocaban era el típico “correr con chanclas mojadas”, entonces en verdad mi agradecimiento estaba lleno de esa paz que te deja el orgasmo.
Comencé a besarle la espalda, mientras mis dedos marcaban el paso por donde había estado mi boca, luego lo recosté sobre mi abdomen y comencé a acariciar su cabello, haciendo torciditos con sus mechones.
Notaba cómo su piel se ponía chinita cuando pasaba por ciertos lugares, pero estaba feliz de tenerlo conmigo. Después de un ratito de haber estado calmados, algo nos encendió de nuevo. Así que amarré mi cabello y me puse debajo de su ombligo para comenzar a chupar su miembro.
Todo era despacio, porque aún traía ganas de cariñitos. Así que la manera en la que lo chupaba era delicada, mi lengua se paseaba por todo su tronco y hacía círculos en su punta.
Mis manos estaban entretenidas con sus ‘kiwis’, aprovechando la saliva que escurría. Lo metía completo a mi boca y cuando lo sacaba succionaba para limpiar la saliva que tenía y luego abría mi boca para dejarla caer de nuevo en su miembro.
Estuve así por un rato, además dejaba que mis manos anduvieran por sus ingles, dándole cariño y luego me sujetaba de su espalda, rodeándolo con mis manos para empujarlo hacia mí y dejar que su miembro entrara hasta lo más profundo de mi garganta.
El cambio de ‘mood’ sirvió porque no tardó mucho en venirse y dejarme la cara empapada con su leche. Yo sólo le sonreí llena de ese líquido que me había dejado y me puse de pie, un poco cayó en mis tetas así que aproveché para embarrármelos.
Él quedó satisfecho y yo quedé contenta de lo que había logrado. Creo que tengo una dualidad, entre una Helena muy cachonda e intensa y una que es tranquila y amorosa. ¿Cuál prefieres tú?
Los adoro y espero con ansias leerlos la próxima semana.