El día que Lulú Petite descubrió la verdadera pasión de un hombre volcánico

Querido diario: Me abrazas. Siento tus manos en mi espalda mientras recargo mi cara en tu pecho. 

¿Hace cuánto que no te veía? Fácil más de un año. Así eres, intermitente y fugaz, pero no como un cometa, ese sabes cuándo viene. Eres como una erupción volcánica, apareces cuando te da la gana, haciendo estruendo y te quedas el tiempo que sea necesario, hasta que se te baje la calentura.

Me encanta tu mirada libidinosa, tus manos traviesas. Me miras el escote y pareciera que me desnudas. Tu abrazo afectuoso de saludo comienza a convertirse en faje cuando tus manos bajan de mi espalda hasta mis nalgas, entonces me robas un beso.

Resulta que pasaste más de un año viviendo en Polonia ¿Qué diantres hay allá? Me dices el nombre de una ciudad impronunciable. Según fue un viaje de negocios. ¿Un año haciendo un negocio? ¡Qué locura!

Me llevas a la cama. La ropa estorba. Me besas la boca. Metes las manos bajo mi falda, me quitas la lencería, tus dedos acarician mi vulva mientras enroscas tu lengua con la mía. Bajas la cremallera de mi vestido. Me lo quitas. 

Con un chasquido desabrochas mi sostén y las tetas saltan al aire. Estoy completamente en pelotas y tú sigues vestido.

Te desabotono la camisa, conforme voy desnudando tu pecho veo una cicatriz que va desde tu esternón hasta tu ombligo. Notas el asombro en mi mirada, doy un paso atrás, eso no estaba allí la última vez que cogimos.

La mayor parte del tiempo en Polonia la pasaste en recuperación. Problemas del corazón, operación de urgencia y prohibición de viajar. Tuviste que hacer vida allá en lo que te daban luz verde para treparte a un avión.

Cogemos despacio. Ya no puedes ser el animal furioso que cogía como huracán, ahora haces el amor despacio, como un mar en calma, como un volcán inactivo.

Igual, eres una fuerza de la naturaleza, pero domada. Ahora te quedarás aquí, en casa. Nos veremos más seguido.

Hasta el martes, Lulú Petite.