RELATOS ERÓTICOS
“Por fin conocí a Manuel y se metió hasta mis más profundas entrañas”, por Lulú Petite
(Foto: Archivo El Gráfico)
Querido diario: Por fin estuvimos en el lugar prometido, tanto tiempo planeándolo, imaginando. Tantas veces me había dicho que se moría de ganas de verme que ya parecía más un mantra que una promesa. Como si de tanto decirlo terminara por hacerse realidad.
Manuel es uno de mis lectores, pero vive en Chihuahua y no había podido venir a verme. Ayer me escribió que estaba en la Ciudad de México; ya tenía citas agendadas, pero no le iba a hacer la jalada, después de tanto tiempo de escribirle y pedirle que se pusiera en la cola… bueno, en la fila, porque en la cola sí quería ponerse.
Ajusté horarios y fui a su motel. Cuando llegué, me esperaba con un arreglo muy bonito de 20 rosas (porque abril y porque Ángeles Azules), una caja de chocolates, lencería y el jacuzzi preparado.
A pesar de ser un encuentro pospuesto tanto tiempo, no brincó sobre mí con prisa. Al contrario, me recibió, platicamos, luego me dio un beso y comenzamos a desnudarnos despacito, acariciándonos mientras nos quitábamos la ropa.
Nos metimos al jacuzzi y jugamos con el agua, la espuma y nuestros cuerpos antes de salir, húmedos, aliviados de los calores de abril y con todas las ganas de hacer el amor.
Por fin, abrió mis piernas, se puso el condón y, despacito, me la fue metiendo sin dejar de mirarme a los ojos. Tiene un miembro grande y grueso. Entró divinamente.
Me tomó por la cintura y comenzó a moverse para cogerme despacito, tomó mi pie por el tobillo, lo levantó y comenzó a lamerlo sin dejar de hacerme el amor. Yo gemía mientras él se movía dentro mío.
Me puso después en cuatro y, separándome las nalgas lo más que pudo, volvió a empalarme. Entonces, arremetió con furia.
Sus movimientos al penetrarme eran frenéticos y deliciosos. El orgasmo que tuvimos fue tan intenso que hizo que la larga espera para conocernos valiera la pena.
Hasta el martes, Lulú Petite