RELATOS SEXUALES
"Tuvimos sexo, empapé mi tanga y el cliente me la compró", por Lulú Petite
"Tuvimos sexo, empapé mi tanga y el cliente me la compró", por Lulú Petite (Foto: Archivo El Gráfico)
Querido diario: El cliente era un hombre alto y rudo. Un poco gordo, de facciones toscas y de pocas palabras. Dentro de lo que cabe, amable. Bueno, más bien cortés, rayando en solemne. Como notario cerrando un trato.
Llegué a su habitación y me entregó mi pago confirmando las condiciones del servicio. Tiempo, qué se vale, qué no se vale. Respondidas sus dudas, se me acercó y, sin mediar otros formalismos, comenzó a despacharse como si le hubieran dicho: en sus marcas, listos, fuera.
Me tomó de la parte de enfrente del pantalón y me jaló hacia él con urgencia. Comenzó a besarme mientras desabotonaba mi blusa. De un pellizco separó el botón y con apasionamiento, parecido a la brusquedad, me cargó y me llevó a la cama.
Me depositó en ella con suavidad. Con mi cabeza hacia las cortinas, a la izquierda el tocador, a la derecha la cabecera y enfrente él. Con su cara de lujuria. Bajó mi cremallera y empezó a correr los jeans hacia abajo hasta dejármelos a medios muslos.
Mis piernas estaban aún muy juntas, por el pantalón. Aun así, él comenzó a bajar trazando por mi vientre un sendero de besos, hasta mi monte venus. Apenas movió mi lencería un poco hacia abajo, sacó su lengua y la estiró lo suficiente como para alcanzar mi clítoris.
La humedad de su boca, su lengua en mi clítoris y los jeans me estaban provocando unos espasmos deliciosos; no pude evitar gritar, rogándole, exigiéndole que no se detuviera.
Con el calzón a media asta, recibiendo su saliva y mis jugos, me vine, jadeando desesperada. Sólo entonces terminó de quitarme el pantalón y, después las bragas. Tomó la tanga en su mano, se la llevó a la cara y aspiró hondo. Estaban empapadas. Entonces me miró y preguntó:
—¿En cuánto me vendes esta tanga?
Hicimos un buen trato y regresé a mi casa sin calzones.
Hasta el jueves, Lulú Petite