RELATOS SEXUALES
“Lo hice terminar a punta de lamidas”, por Lulú Petite
(Foto: Archivo, El Gráfico)
Querido diario: Sus manos se deslizaban con suavidad por debajo de mi falda. Estaba cansada, el viaje en carretera fue agotador, especialmente porque para entrar a la ciudad había que librar un tráfico de locura. Llegar al motel y saber que allí me estaba esperando, me aliviaba.
Me quité los tacones y me senté en la cama. Harta de manejar. Él se quedó de pie, mirándome. En sus pupilas ardía el fuego de la lujuria. Llevaba rato esperándome en el motel y el deseo se había acumulado. A los hombres se les nota cuando están desesperados por sexo. Te ven como un coyote a un pollito rostizado. Sólo les falta babear.
Poco conversamos antes de que él se acercara a la cama y se bajara la bragueta frente a a mí. Sacó su pene, duro como fierro y me lo puso en la cara. Sonreí y comencé a masturbarlo. Lo tenía enorme y muy caliente. Saqué un condón de mi bolso, se lo puse y me lo metí a la boca.
Comencé a hacerle un oral ensalivado. Con mis dedos jugaba con sus testículos, mientras su pene se perdía en mi garganta. Me la estaba comiendo toda, alcé la mirada y nuestras pupilas se encontraron. No sé por qué a muchos hombres les excita que los mires mientras te comes su miembro. Seguí chupándosela, hasta que un chorro de semen llenó el condón.
Él se siguió moviendo por unos instantes, para exprimir hasta la última gota. Luego pidió disculpas, como justificándose por haber terminado sin alcanzar a metérmela. A decir verdad, mi trabajo es su placer, no el mío, así que no había nada que perdonar, mi misión estaba cumplida.
Nos desnudamos y nos metimos a la cama. Con la urgencia de mi coyote liberada, pudimos conversar.
Me hizo un masaje delicioso, que alivió por completo el cansancio de las horas en carretera y, al poco rato, volvió a parársele e hicimos el amor.
Hasta el jueves, Lulú Petite.