RELATOS ERÓTICOS
“Un cachondo abra cadabra, por su exquisita magia”, por Lulú Petite
(Foto: Archivo, El Gráfico)
Querido diario: Qué sexo más delicioso el que acabo de tener. ¿Alguna vez has sentido como si tuvieras un viaje a tu etapa más inocente? ¿A tu tierna infancia? Igualito que cuando Anton Ego prueba el ratatouille de Remy, el chefcito. ¿Sabes?
Pues justo así me sentí hace rato, cuando me ponché a un mago. Pero no un ilusionista aficionado, un mago de esos que te dejan la boca abierta y los ojos redondos como platos. Tiene, además, como todo prestidigitador, el don de la palabra. Nada como la voz para llevar la mirada de la incauta espectadora justo donde la necesita para que sus dedos actúen.
Me contaba cosas divertidas, me hacía reír, mientras entre sus dedos unos naipes comunes y corrientes iban y venían a voluntad del Doctor Strange región cuatro. La sacaba de su oreja o de su boca.
Aparecía y desaparecía esa baraja de entre sus dedos con toda facilidad, a pesar de mi mirada atenta y escrutadora. Siguió haciendo magia un buen rato y yo, desde luego, divertida aplaudiéndole en cada acto.
Como ya estábamos semidesnudos, vi que le estaba creciendo la varita mágica bajo el bóxer. Supuse que ya quería sacarme el conejito y no precisamente de un sombrero, así que me acerqué y comenzamos a tocarnos.
Sobra decir que era bueno con los dedos. Si todos los trucos me sorprendieron, con lo que me convenció de que la magia existe fue con su lengua. Tomó mis piernas, las separó y clavando su cara entre mis muslos, me comió el sexo con tal maestría que: ¡Abra cadabra! Me apareció un orgasmo de esos que hechizan todo el cuerpo.
Me fui sonriendo, sorprendida y contenta. Necesitamos más magos en el mundo. Traen sonrisas, ilusionan, sus secretos intrigan y sus trucos sorprenden. Además, si todos los magos cogen como él ¡uf!, entonces los magos son buenísimos en la cama. Tráiganme a Harry Potter, al fin ya está en sus treintas, es cancha reglamentaria.
Hasta el jueves, Lulú Petite