"Muy viril y fulminante, así fue el sensual hombre del retrovisor", por Lulú Petite

Querido diario: Miré en el retrovisor y allí estaba él. El hombre con el que acababa de hacer el amor. Nuestras miradas se encontraron en el espejo e intercambiamos sonrisas. El semáforo cambió a verde. Dos calles adelante yo seguí de frente y él giró a la derecha.

Sonreí y puse música mientras recordaba. Hace apenas unos minutos nuestros cuerpos estaban tan pegados, que no pasaba el aire entre nuestras pieles. Recuerdo su orgasmo fulminante con el que él llenó el preservativo. Recuerdo mi orgasmo, mudo, apenas perceptible por un gemido ahogado y el apretar de sábanas mientras cada molécula en mi cuerpo vibraba en un placer absoluto.

Sentí, aún entre mis piernas, el palpitar pulsante de su erección sólida, viril, tibia. Recordé sus besos. Su boca sabor a menta, sus labios en mis pezones y su lengua en cada rincón de mi desnudez.

Repasé su erección en mi memoria. La piel tibia, delicada, blanca, con arroyos de venas subiendo por el tallo, hasta hinchar una cabecita rosada y perfecta. La miré bien y la masturbé un poco antes de ponerle el condón. Me la metí a la boca. Acaricié sus pelotas con mis uñas mientras él gemía desesperado.

Recordé cómo nos desnudamos, poco a poco, cada uno por su lado. Recordé como me miraba quitarme la ropa antes de meterme a la cama con él. Recordé incluso los mensajes con los que nos pusimos de acuerdo para vernos en ese motel, en ese momento y a esa hora.

Lo que no recordé, por más esfuerzos que hice, fue su nombre. Estaba segura de que me lo dijo, pero no podía recordarlo. Llegué a casa, subí y comencé a cambiarme para dormir. Entonces sonó mi teléfono, un mensaje.

“Hola, soy Mario. Me dio encantó conocerte. Te llamo pronto para vernos de nuevo”.

—¡Claro! ¡Se llama Mario!; pensé.

Guardé su número de inmediato: Mario CR (CR de: Coge Rico).

Hasta el martes, Lulú Petite