“Bajo la luna de octubre, tus ardientes lengüetazos en el 'pan 8' no los olvido”, por Lulú Petite

Querido diario: Me encanta cómo me chupas las tetas. ¡Caramba! Me tocas con tanta lujuria, con tanta desesperación, que tus manos se pasean por mi piel desnuda como queriendo explorarlo todo, registrar cada milímetro.

Tienes manos suaves, pero decididas. Me queda claro que nunca hiciste trabajos rudos. Tus manos delicadas te delatan. Pero para las caricias ¡Uf! Sí que sabes tocar a una mujer. Me acaricias el vientre con suavidad, mientras tu boca sigue haciendo delicias en mis pezones endurecidos.

En los cristales de las ventanas escurren las gotas alargadas de la lluvia, que minutos antes, los golpeaba con fuerza. A lo lejos, se asoma la luna de octubre, enorme, luminosa y redonda reinando la noche de la ciudad.

Siento tus dedos paseando por mi sexo, mientras mi mirada sigue hipnotizada por la luna. Encuentras mi clítoris fácilmente

¡Demonios! Apenas lo tocas, se empapa, comienzo a lubricar como si hubieras abierto una llave. Tomas mis jugos con tus dedos índice y medio y los repartes por mis labios. Te abres espacio y metes los dedos. Cierro los ojos y un gemido de placer se me escapa.

Abro los ojos y te veo sonriendo. Satisfecho de tenerme gozando. Me besas, te beso. Mueves tus dedos dentro de mi cuerpo. Te miro con deseo, suplicante.

—Métemela —te digo al oído. Sonríes de nuevo. Yo estoy que ardo.

Te pones de rodillas deteniendo tu erección en el aire, presumiéndomela. Tomo un condón y te lo pongo con la boca.

Me pongo en cuatro y tú te levantas sobre la cama. Apuntas a mis nalgas y yo te ayudo a encontrar mi sexo. Me la metes de golpe. Yo respingo. Me dolió rico. Miro a la ventana. La luna sigue blanca, luminosa, enorme.

Otra vez es octubre y, de nuevo, miro una luna llena y hermosa como aquella. Me vuelven a la memoria los orgasmos compartidos contigo esa noche lluviosa. Hace ya dos octubres que no nos vemos ¿Dónde andarás? ¿Me estás leyendo? ¿Llamarás?

Hasta el lunes, Lulú Petite