“Apuntando al techo y en poco tiempo, así el rapidín de Luis sabe mejor”, por Lulú Petite

Querido diario: Sin perder tiempo, me desnudé y me puse en cuatro sobre la cama, con la cabeza en la almohada y el culo apuntando al techo. Luisito se acercó por detrás.

Así es con él. Siempre anda de prisa. Vive en Tijuana, pero cuando viene a la Ciudad de México, se escapa un rato y, entre vuelo y vuelo, se mete a un motel cerca del aeropuerto y me llama para que nos echemos un rapidín.

A veces, la diferencia entre vuelos es de horas y podemos coger con toda calma, pero otras ocasiones (como hoy), apenas da tiempo, aun así, no se queda con las ganas.

Se sacó su miembro enorme, frotó sus dedos entre mis piernas, acariciando deliciosamente mi vulva y golpeó mis glúteos con su pene erecto. Luego se puso de rodillas, me separó las nalgas y metió su cara comiéndome el sexo deliciosamente. Yo estaba encantada. Sentía sus manos invadiéndome y su boca devorándome toda.

Le alcancé un condón que había puesto antes sobre la cama y se lo di. Escuché cómo rasgó el empaque. Se puso el hule y después de palmearme el trasero, me la metió sin piedad.

A pesar de que estaba empapada, siempre es difícil recibir un miembro grande como el suyo. Gemí soportando la punzada. Apreté las sábanas y él comenzó a moverse. Luisito es un taladro humano.

La forma que tiene de moverse sin hacer pausas, manteniendo un ritmo tan cadencioso y, sobre todo, usando ese tolete maravilloso que la naturaleza le puso entre las piernas, provoca un placer tan intenso que más tardó en metérmela, que yo en rogarle que no parara.

Mi orgasmo llegó cuando Luisito puso mis piernas en sus hombros. La penetración era tan profunda que una oleada de placer me desbordó el cuerpo. Él se vino casi de inmediato.

Tiró el condón lleno, se acomodó el pantalón, se subió la bragueta, me pagó y salió corriendo. Por poco pierde el vuelo, pero bien deslechado sí se fue. Al menos voló ligero.

Hasta el jueves, Lulú Petite

Sígueme en redes, búscame en: https://linktr.ee/lulupetite