“Él de panda y yo de conejita, un delicioso muy peludo y exquisito”, por Lulú Petite

Querido diario: Sabía que existían, pero nunca me había tocado coger con uno. ¿Habías oído hablar del "furry sex"? Es una práctica sexual en la que adultos se disfrazan de peluches de animalitos, y tienen sexo así.

Este cliente es un furro hecho y derecho. Me lo advirtió desde antes, para que no me fuera a asustar cuando lo viera en tan extraño mameluco, pero ni así estaba preparada para encontrarme con tremendo panda.

Pero ojo, no es un disfraz tipo botarga, mucho menos como un personaje escapado de la "Familia Peluche". Un furro que se respeta trata sus atuendos no sólo como si fueran la ropa más elegante y costosa del planeta, sino como si fueran su propia piel.

Mi panda me recibió con un mameluco, una máscara sonriente, orejas negras, cara blanca y nariz de plástico negro entre las manchas oscuras alrededor de las aberturas para sus ojos. Apenas podía creer que iba a ser cogida por semejante muñecote.

Eso no era todo, me trajo una tanguita con colita de conejo y una diadema con las orejitas. Me metí al baño y salí topless, con tacones, levantando la colita con mi tanga, las orejitas bien paradas y, como detalle adicional, sin que él se lo esperara, pinté de negro la punta de mi nariz con delineador de ojos. ¡Le encantó!

En cuanto me acerqué, comenzó a tocar. Sus manos, con guantes afelpados, acariciaban mi cuerpo con delicadeza.

Me acerqué a él y era como abrazar un osote de peluche. Sentí sus manos enormes agarrarme las nalgas, escuché su voz de oso decirme cosas tiernas y amorosas y su cuerpo fajándome con destreza. Bajé entonces un poco mi mano y ¡zas!, por una abertura casi invisible del pantalón se le salía a mi pandita un pitote enorme, venoso y delicioso. Pero ya mejor de lo que pasó te cuento el jueves.

Hasta entonces, Lulú Petite

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