“En la tranquilidad del silencio, toda extasiada devorándote”, por Lulú Petite

Querido diario: Llego al tercer piso, donde me esperas. Camino por el pasillo, hasta la habitación del fondo y toco. Abres la puerta y me recibe tu olor exquisito. Me gusta tanto el perfume que usas.

En el tocador, como siempre, junto a las llaves de tu coche y las mancuernillas de tu camisa, están los billetitos de mi pago. Un gesto de cortesía que has tenido siempre conmigo, como para dejar claro que no hemos de hablar de dinero. Pongo mi bolso a un lado de tus cosas, sin tocar los billetes, saco un condón y camino hacia ti.

Sé lo que te gusta. Me pongo en cuclillas. Siento tus manos en mis sienes, cuando estoy bajando tu bragueta. Saco tu sexo delicioso y siento cómo crece en mis manos. Levanto la mirada y me encuentro con tus ojos. Te pongo el condón y te recibo en mi boca. Siento tu sexo duro en mi lengua. Te quedas quieto, gimiendo mientras devoro tus centímetros extasiada.

Me tiendes la mano. ¿Quieres meterme a la cama? Me levanto con tu ayuda y camino hacia el colchón, pero me detienes, me abrazas por la espalda, me besas el cuello, levantas mi falda y me bajas la lencería.

Metes tu mano entre mis piernas, acaricias mi sexo, separas mis muslos, entras con un dedo, luego con otro. Siento tu erección en mis nalgas. Me separas más las piernas, así, de pie, empuñas tu miembro, lo apuntas y me lo clavas sin piedad.

Aúllo en un espasmo de placer tremendo. Me usas, te mueves. Te clavas en mi cuerpo, abrazándome para no dejarme caer. Me tomo de tus antebrazos buscando equilibrio, mientras cada embestida cimbra mis piernas.

Me vengo, grito, siento el cuerpo explotar, casi flotando en placer. Te vienes, gimes en mi oído, llenas el condón y te clavas a fondo. Suspiras y, sin sacármela todavía, me susurras al oído.

—Me encantas.

—Tú a mí también —te contesto con sinceridad.

Hasta entonces, Lulú Petite

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