RELATOS ERÓTICOS

Vato con mirada de perro bravo volvió a la vida a Lulú Petite

Querido diario: El vato estaba precioso. No bonito. Más bien era un prieto precioso, de esos de facciones toscas y mirada de perro bravo

Vato con mirada de perro bravo volvió a la vida a Lulú Petite

(Foto: El Gráfico)

Sexo 12/03/2024 14:20 Lulú Petite Actualizada 14:20
 

Querido diario: El vato estaba precioso. No bonito. Más bien era un prieto precioso, de esos de facciones toscas y mirada de perro bravo, de esos con cuerpo curtido, brazos duros y pecho macizo. De esas bellezas rústicas, como un dóberman perfecto.

Nos encueramos de volada, en medio de besos, faje y jaloneos. La cama parecía el lugar obvio para seguir con nuestro juego, pero el vato tomó una silla y se sentó en ella, con el miembro bien parado.

La neta, se veía delicioso. Un pitote enorme y duro, completamente firme. Sentí la punción del deseo apoderándose de mí.

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Me puse de rodillas frente a sus piernas abiertas y, masturbándolo un poco, le puse el condón con la boca y comencé a chupársela. ¡Qué dura y llena de venas estaba esa cosa! Quería sentirla dentro de inmediato. Mi sexo ya palpitaba de tanto deseo.

Me puse de pie, empuñé el miembro enorme para acomodarlo en mi coño y me senté en él despacito, sintiendo poco a poco cómo me iba partiendo en dos. Cuando lo sentí a fondo, tomé al tipo de la cara con ambas manos, le planté un beso y comencé a moverme comiéndole la boca.

Sentía su boca, sus labios, su lengua, jugando en la mía, cabalgándolo con ímpetu, sintiendo cómo su pitote enorme me partía las entrañas y me provocaba un placer inmenso.

Sentí sus manos apretándome las tetas, su boca salvaje besándome el cuello, comiéndome los pezones, mientras su sexo entraba a fondo y me construía, a cada martillazo, torrentes de placer que culminaron en dos orgasmos perfectos.

El mío, un crescendo de olas, que rompen contra la orilla de la piel, un torrente de sensaciones que explotaron en un remolino de placer, haciendo luz, convirtiendo mi susurro en grito, abriéndome los poros, expandiéndome.

El suyo, hinchado de sangre, gimiendo como un toro, empapándome la boca, inundando el preservativo con su semilla blanca, lechosa, espesa.

Nos tumbamos después en la cama. Tranquilos, desnudos, esperanzados. Coger te vuelve a la vida.

Hasta el jueves, Lulú Petite.

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