Mujer llamó a Lulú Petite, esta fue la curiosa razón

Querido diario: —¿Bueno? —se escucha una voz de mujer en mi teléfono.

—Hola —respondo.

—¿Quién eres? —me pregunta.

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—¿Quién eres tú? —digo.

—¡Dime! ¿Quién eres?

—Tú me llamaste ¿Qué necesitas? —respondo, comenzando a perder la paciencia.

—Necesito que me digas quién eres —dice la mujer al otro lado del auricular.

Cuelgo el teléfono y bloqueo el número. Una media hora más tarde, recibo otra llamada. En esta ocasión, dice: [Sergio C Bigotón]. “C” en mis contactos significa cliente, y los guardo poniendo alguna característica que me ayude a recordar quién es.

Lo recuerdo: Nos vimos en un motel de la Escandón. Es buen tipo. Güerito, con bigote de brocha, ojos chiquitos y sonrisa coqueta. Es gracioso.

Cuando nos vimos, me puso de perrito, agarró mis nalgas con fuerza y mientras me bombeaba con entusiasmo, metiendo su sexo hasta el fondo, perdió el equilibrio y se fue de nalgas al suelo. 

Se levantó colorado de la vergüenza, sobándose la rabadilla. No pude evitar reírme. Terminamos haciendo el amor con calma, para no terminar de madrearle el coxis.

Me extraña que llame tan pronto, él es de los que veo poco, pero una nunca sabe en este negocio cuándo le entre la calentura a la adorable clientela, así que contesto.

—¿Bueno? —dice de nuevo la voz de mujer de hacía un rato.

—Hola. Respondo entendiendo por dónde viene el asunto.

—¿Quién eres?

—¿Quién eres tú? —digo irritada— Soy Lulú, vendo seguros (Si ajá, “seguro que te vienes”, pensé) ¿Qué se te ofrece?

—¿Por qué te llamó mi marido? —pegunta indignada.

—Señora, no sé. Atiendo muchas llamadas, pregúntele a él; respondo antes de colgar y bloquear el número.

Espero que Sergio no haya tenido problemas en casa. Ni hablar chavos: si van a hacer travesuras, cuiden sus teléfonos. En mi chamba no pregunto estado civil, cuidar que no los cachen es cosa suya.

Hasta el jueves,  Lulú Petite.