RELATOS ERÓTICOS
El día de Lulú Petite tuvo una aventura con su “tío”
Todo iba sobre ruedas, hasta que el destino, y un poco de mala suerte, decidieron añadirle sazón a la tarde…
(Foto: Staff El Gráfico)
Querido diario: No voy a negar que lo hace rico. Además, está guapo. Llevo algunas semanas cogiendo con un tipo encantador, varios años mayor que yo. Buen cliente y estupendo amante.
Hoy nos vimos en el motel de siempre. Me hizo el amor de una manera espectacular. Sus dedos parecían niños traviesos jugando por mi cuerpo, mientras su boca bebía de la mía los besos más apasionados. Me comió el sexo, le comí el suyo. Me dio de perrito y terminó con mis piernas en sus hombros. Me vine riquísimo.
Después del sexo me invitó a comer y sugirió ir a un restaurante japonés en un centro comercial. Yo tenía hambre y tiempo, así que, aunque generalmente no acepto salir con clientes, dije que sí.
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Todo iba sobre ruedas, hasta que el destino, y un poco de mala suerte, decidieron añadirle sazón a la tarde. Ahí estábamos, tan tranquilos, cuando de pronto él se tensó. A lo lejos, vi un grupo de personas acercándose. Eran sus compañeros de trabajo, y por la forma en que su cara drenó todo color, supe que algo no iba bien.
Antes de poder decir “¿qué pasa?”, ya estaba siendo presentada ¡como su sobrina! Mi supuesto “tío” me presentó como familia. Debo admitir que la situación tenía un cierto toque cómico, viendo cómo se las ingeniaba para mantener la compostura, mientras su cara se pintaba de todos los tonos de rojo imaginables.
El señor nunca me dijo que es casado. Claro, eso no me importa, es trabajo; pero ¿para qué se arriesga sabiendo que lo pueden cachar sus amigos, que conocen a su vieja? Me lo explicó después y estaba apenado.
Su entusiasmo, por supuesto, se desinfló más rápido que un globo en una convención de cactus. Nos despedimos en el estacionamiento, de beso en la mejilla. Yo con una sonrisa juguetona y un brillo travieso en los ojos, le dije: “Adiosito tío, nos vemos pronto en casa de la abuela”.
Caminando hacia mi coche, no pude evitar reírme de lo absurdo de la situación. Fue un recordatorio de por qué no salgo con clientes.
Hasta el jueves