RELATOS ERÓTICOS

En un balcón, bajo el cobijo de la noche el dolor y placer se mezclaron

Poco a poco nos fuimos arrinconando y junto al balcón, con una vista preciosa, me levantó la falda, se sacó su...

En un balcón, bajo el cobijo de la noche el dolor y placer se mezclaron

(Foto: El Gráfico)

Sexo 09/01/2024 15:26 Lulú Petite Actualizada 15:27
 

Querido diario: Él era diferente. Se notaba. No era su apariencia de patriarca de una estirpe de mirreyes, ni por su forma de vestir o su forma de intimidar incluso cuando sonreía. 

Creo que, hasta cierto punto, era su vibra. ¿Sabes? Era de esos tipos que se nota que mandan.

Se me acercó. Claro, él era parte de los invitados y yo, aunque debía parecer disfrutar de la fiesta, más bien estaba trabajando.

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Eran los tiempos de la agencia, cuando la chamba era en fiestas y vivía entre orgías y excesos. Él se detuvo frente a mí, con esa mirada que parecía traspasar concreto.

—¿Me acompañas?— preguntó con una sonrisa que, a pesar de su aspecto intimidante, irradiaba calidez. 

Dudé un momento, pero no me pagaban para ponerme mis moños. Salimos a la terraza. A pesar del viento de la noche, nos mantuvo en buena temperatura el tequila en nuestras copas y el calor de nuestra conversación.

La plática era simple. Era bueno escuchando. Me preguntó sobre mis sueños, sobre mis metas, sobre cosas locas. 

Poco a poco nos fuimos arrinconando y junto al balcón, con una vista preciosa, me levantó la falda, se sacó el miembro, se puso un condón y me la metió de un golpe. Yo grité, confundida, entre el placer y el dolor, pero le pedí que no parara, que me diera con fuerza.

Aferré mis manos al grueso barandal de cantera y recibí las embestidas de ese tipo poderoso, mandón, pitudo, salvaje. Se siguió moviendo hasta que se vació en el condón.

Ya era muy noche. Nos sentamos en una banca de madera y nos acurrucamos. Me quedé dormida.

En la mañana, el resplandor del amanecer me encontró en la terraza, sola, sosteniendo la copa vacía y con el abrigo del Don. Tenía una tremenda propina con la nota “Para ti”. Sonreí.

Aunque él se había ido, me dejó con una sensación de satisfacción. A la mañana siguiente, llegó a la agencia un enorme ramo de flores para mí. Él me lo mandó. Era un tipo interesante, algún día lo volví a ver, pero en una revista de sociales.

Hasta el jueves, Lulú Petite.

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