Aguanta el frío, el infierno, ese dolor quemante, el pinche desamor, los nervios y las ansias. Resiste o incluso pide ayuda, porque allí adentro se está muy solo.
Esa alerta sísmica puede ser la última que nos ponga los nervios de punta. Y si cualquiera de nosotros quedara bajo los escombros, seguro que irán a sacarnos.