Hay mujeres que duermen abrazadas a sí mismas. Y cuando apagan la luz se quedan un rato con los ojos abiertos, como descifrando los códigos de los ciegos.
Otra noche sin conciliar el sueño, maldiciendo en silencio, esperando que se acabe este desmadre de sentirse como un pordiosero en el portal de un banco extranjero