Una de la cosas que las relaciones tecnológicas han conseguido con sus características de inmediatez y poca privacidad es exterminar lentamente la tentación como parte fundamental de la seducción.
Y es que ahora el ser humano es menos tolerante ante la tentación que suponen esperar, fantasear y planear para arriesgarse a conseguir. Sin tentaciones profundas y con solo deseos eróticos cumplidos casi al instante, la seducción mermada empieza a no poder producir relaciones duraderas.
Hoy, las personas han asimilado que los perfiles de las redes sociales pueden estar alterados y se predisponen frente a ello, saben que las fotos están retocadas y que la realidad puede ser muy distinta, de tal manera que se han “vacunado” contra la ilusión, que es parte de la tentación y que implica crear en el otro la fantasía de que somos algo que no puede o no debe tener, pero que lo debe intentar. Una tentación erótica se crea, generando fantasías, dando a la persona información personal que puede o no ser real, pero le permite fantasear con ello. Para esto, nos valemos de la vestimenta, el arreglo personal y los accesorios que usamos; pero sobre todo de la actitud.
Las repetidas miradas furtivas, entre largos espacios de tiempo, para recordarle que estamos ahí aunque no parezca, es clave para seducir, pero ahora las redes sociales ponen en la mesa, cual catálogos, a las personas para ser escogidas y no conquistadas.
Como productos de mercado, el exceso de oferta hace que nadie quiera enfrascarse en una persona pudiendo tener muchas opciones más. Como hemos pasado del conquistar al escoger, las reglas han cambiado.
La tentación como arma de aproximación de una pareja parece cada vez más deforme y lejana, cuando una persona seduce es porque sabe usar la tentación de manera magistral, tentar es, en pocas palabras, hacerse desear por el otro sin asegurar que podrá tenernos, pero sí garantizando que le pondremos atención.
Es la tensión entre el deseo y la posibilidad de lograrlo, una tentación erótica se crea, generando fantasías profundas, palabras, gestos insinuaciones que le permiten al otro crear un mundo con nosotros en su cabeza.