pobladores de Temas, “envejecen” por un día
Nada detiene la danza de los viejos de Corpus en Temascalcingo
Sin pretexto, chicos y grandes, bailan y rezan por la fertilidad de sus tierras
Foto: Ximena García, El Gráfico
Durante ocho años, Ariel Alejandro Nicolás Hernández dejó de participar en la danza de los Viejos de Temascalcingo, un accidente que lo dejó paralizado de la cintura para abajo fue lo que lo mantuvo alejado de esta tradición mazahua y otomí, pero ayer decidió hacer un esfuerzo para poder transmitir la fiesta a su pequeño hijo.
Originario de la comunidad de El Puente, Ariel no dejó que el cansancio lo venciera, pues para él, esta festividad demuestra la unidad que hay en cada barrio, su hermandad y arraigo con sus tradiciones.
“Ahorita por la situación (del país) no me importó mi condición, lo que me urgía era participar con mi hijo, porque quisiera que él siguiera representando la tradición de Temascalcingo".
Cuando los Viejos de Temascalcingo buscan que Dios y Menyeje -señor del agua- les asegure más lluvias para su ciclo agrícola, la localidad entera envejece.
Sin excepción, grandes y chicos se convierten en los también conocidos como Xita para rezar por la fertilidad de sus tierras durante el Jueves de Corpus Christi.
Salen de sus comunidades, entre la que se encuentran El Puente-Andaro, Puruahua, La Corona, San Pedro, La Huerta, Maró, el Centro, Bonshó, Calvario y Las Magdalenas, entre otras. Su primera parada es la iglesia de San Miguel Arcángel, donde el sincretismo se hace presente, cultura prehispánica y religión en un mismo evento.
NUEVE HORAS DE PURA FIESTA
Con máscaras que hacen con pencas de maguey, barro e hilos de ixtle durante meses para poder salir a gritar y danzar.
Gritan por las calles para ahuyentar a los malos espíritus, al tiempo en que los que van liderando la procesión peleando con el Diablo el cual está representado por un toro, mientas los grandes abuelos van custodiando el altar de la Virgen de Guadalupe.
La fiesta dura en promedio nueve horas, van danzando, luchando contra el mal, esperando que su tierra sea fértil y que sus creencias aseguren las lluvias para el ciclo agrícola.
Por la tarde regresan a sus casas, donde los Viejos de Corpus tendrán que esperar otro año para poder pedir por abundancia.