Estado de México
Lavanderas recorren kilómetros para obtener agua, en Villa de Allende
Aunque en las inmediaciones de la zona hay siete preses, ninguna es para los habitantes de esa región
(Foto: Jorge Alvarado | El Gráfico)
Claudia González
Al menos cinco kilómetros caminan las mujeres de Villa de Allende, para lavar su ropa en lavaderos construidos por los hombres de la comunidad.
Ahí, tampoco hay agua potable, por lo que deben pedir pipas. Ellas han heredado hasta por cinco generaciones esta actividad, sólo que antes iban a la orilla de ríos y lagos que ahora están secos.
Para ellos, no hay. Las comunidades como Manzana de Zacatonal, Taborda, Sección Guadalupe, La Piedra y Dolores Vaquerías, ubicadas en los municipios de Villa de Allende, Villa Victoria y San José del Rincón que padecen escasez, están rodeadas de agua que se dirige a la Ciudad de México a través del Sistema Cutzamala.
En las inmediaciones de Villa de Allende hay siete presas: Tuxpan y El Bosque en Michoacán, Colorines, Ixtapan del Oro, Valle de Bravo, Villa Victoria y Chilesdo, la mayoría afectadas por extracción del recurso, pero no para los habitantes de esta región.
como penitencia. Los pobladores contratan pipas que cuestan a la semana hasta mil 500 pesos para los lavaderos, a donde pueden llegar con más facilidad las unidades para descargar el agua, y donde el agua con jabón, llega a una laguna donde otro grupo de mujeres lava su ropa.
Los 50 mil habitantes de esta localidad están obligados a transitar por campos secos, antes de cultivo para realizar una actividad que parece básica: lavar su ropa.
La mayoría son mujeres que se dedican al trabajo doméstico. Son familias que hasta hace una década cultivaban maíz, pero que tras la extracción de agua de los cuerpos aledaños a su comunidad, abandonaron pues las tierras se secaron.
dolor. “Nunca he lavado en mi casa. Pagamos pipas que nos cuestan al menos mil pesos, en promedio, por tres días a la semana”, contó Ernestina, mazahua de 23 años.
Es un gasto que calificó como doloroso, pues ese dinero podría invertirlo en la educación, ropa o alimentación de sus hijos, pero que no puede dejar de gastar.
Mientras camina de regreso a casa, cuenta que desde niña es trabajadora doméstica. Actualmente, vive con su marido, tres hijos, sus suegros, tres sobrinos y dos cuñados.
Los niños, en su mayoría son de primaria y secundaria, “pero no se crea, hemos educado buenos alumnos. Estan viendo que es la forma de sacar adelante a todos los otros”, cuenta.
En casa de Ernestina se turnan para lavar la ropa de una semana, depende de los días que trabaja en otras casas. Lo que sí deben hacer a diario es acarrear agua, botes con algunos litros para la letrina, otros para lavar trastes y algunos más para bañarse.