Más Información
—¡Chúpamela! —ordenaste.
Te vi en cuanto entraste al restaurante. Te sentaste con una mujer y dos hombres. Se veían relajados, pero formales, supuse que sería una comida de trabajo.
Habrían pasado unos cinco minutos cuando alzaste la vista y miraste hacia donde yo estaba. Nuestras pupilas se encontraron. Sonreí, pero tú te pusiste visiblemente nervioso, como si se te hubiera aparecido un fantasma. ¿Qué pensaste? ¿Qué me iba a parar a saludarte?.
Nos conocimos hace tiempo. Eres buen cliente, pero no de los frecuentes. Hacía mucho que no me llamabas y me dio gusto verte, pero no soy capaz de comprometerte. Cuando terminé de comer, me fui sin mirarte. He de admitir que no me sorprendió recibir tu mensaje pidiendo vernos.
Me desnudaste con prisa. Siempre me has cogido rico, pero nunca te había visto así, nivel bélico, salvaje, loco. Me besaste con furia. Tus manos apretaban mi carne como buscando fundirse en ella.
Te sorprendió verme, dijiste después del coito. Al mismo tiempo, te dieron ganas de penetrarme y miedo a sentirte vulnerable. No era una comida de trabajo, pero sí de negocios. La mujer en tu mesa es tu esposa, los hombres, sus respectivos abogados negociando un acuerdo de divorcio en las mejores condiciones.
Me pusiste de perrito. Sentí tu miembro golpear mis entrañas con intensidad. ¡Qué rico te viniste! ¿El divorcio? Lo firman la próxima semana, yo fui una bonita manera de celebrar. Así el destino.
Hasta el jueves, Lulú Petite.