Obliga a su esposa a verlo morir
Ricardo Montiel amarró a su esposa para que presenciara como él se ahorcaba
Foto ilustrativa (El Gráfico / Archivo)
Ricardo quería que su esposa presenciara su muerte. Tenía un doble propósito: sería su forma de castigarla y de demostrarle que por ella estaba dispuesto a todo, hasta quitarse la vida. Y así lo hizo el 20 de abril.
La mañana de ese día, Ricardo Montiel Mesa, de 45 años, estaba enojado. Probablemente no había conciliado el sueño durante la madrugada, pues antes de ir a dormir había discutido con su esposa.
Él estaba seguro que ella sostenía una relación con otro hombre y le reclamó. Claudia le aseguró que no era cierto, pero Ricardo no le creyó.
La discusión se extendió por horas. Gritos, llantos y reclamos llenaron el ambiente de la casa que compartían en la colonia Villas de Aragón, en la delegación Gustavo A. Madero, al norte de la ciudad.
Parecía un pleito más. Por eso, cuando los gritos se escucharon de nueva cuenta —aproximadamente a las 9:00 de la mañana—, luego de algunas horas de calma, los vecinos de la calle Villa de Anáhuac trataron de ignorarlos. Ricardo y Claudia volvieron a discutir, pero esta vez él perdió el control y comenzó a golpearla, según consta en el expediente FGAM/GAM-5/T2/567/15-04.
Ella trató de defenderse, alcanzó a enterrarle sus uñas en los brazos y a soltar uno que otro puñetazo, que no lograron frenar su ataque.
Por un momento, la mujer creyó que la intención de su esposo era matarla, pues tomó unos lazos que usaban para colgar la ropa y la amarró de pies y manos mientras le gritaba que estaba a punto de ver lo que su supuesta infidelidad había provocado.
La dejó tirada en el piso de la sala, de frente a un barandal. Ahí, entre los objetos que habían caído durante la pelea y otros que se arrojaron, vio cómo él tomó un lazo de plástico más grande y comenzó a desenredarlo.
Ricardo estaba fuera de sí, a ratos lloraba, en otros amenazaba y por instantes le suplicaba que no lo abandonara.
Inmovilizada, Claudia observó cómo ató un extremo de la cuerda en los barrotes del barandal del segundo nivel de la casa y al otro le hacía un nudo.
“¡Esto es lo que querías!”, le gritó antes de comprobar que el nudo no se desharía y que la cuerda estaba bien atada. Después acercó un banco, subió a él y metió su cabeza en el espacio del nudo.
Ella le suplicó que no lo hiciera. Él no dijo nada más y con sus pies arrojó el banco sobre el que estaba parado. Durante varios segundos sus miradas se cruzaron.
Ella —desde el piso— lloraba pidiendo ayuda e intentaba zafarse. En los ojos de él también había lágrimas, pero ya no podía dar marcha atrás: sus pies no tenían donde apoyarse y la cuerda que rodeaba su cuello se había estirado al máximo cortando el paso del aire a sus pulmones.
En segundos la muerte se cruzó entre los dos. Después, cuando Claudia se quedó sin fuerzas para gritar, llegó la policía.
Uno de los vecinos de la pareja que había escuchado los gritos decidió llamar al número de emergencias preocupado porque la pelea había subido de intensidad y después no se oyó nada más.
Cuando los uniformados llegaron a la casa y lograron entrar encontraron a Claudia inmovilizada y a su esposo colgado del barandal. Aunque estaba en shock, logró contarles lo que había ocurrido.
Un grupo de paramédicos confirmó la muerte de Ricardo y las pruebas periciales que se trató de un suicidio, uno más de los más de 400 que cada año ocurren en la ciudad de México, según las estadísticas oficiales.