"Aguacero" Por Lulú Petite

Has sido mi mejor amigo por mucho tiempo, te conocí en Querétaro...

Lulú Petite, Aguacero
Viral 09/04/2013 06:01 Lulú Petite Actualizada 12:28
 

Por Lulú Petite

Querido Diario:

Has sido mi mejor amigo por mucho tiempo. Te conocí en Querétaro. Fuiste mi primer cliente ese día. Te gustó. Al menos eso dices tú, porque francamente yo no lo recuerdo. Sé que me comprendes. Atiendo a muchas personas y aunque casi siempre recuerdo una cara, a veces no se me queda grabada la cita.

Lo que sí recuerdo es que llamaste al día siguiente para verme de nuevo, y volviste a llamar una semana más tarde ya en México y así, una y otra vez, hasta que comenzamos a hacernos amigos.

¿Te acuerdas la noche en que te rescaté del aguacero? Habíamos quedado de vernos, pero no traías carro. Venías de una reunión de trabajo por el World Trade Center. De pronto se soltó un tormentón de esos sorpresivos que te agarró a media calle. Se estaba cayendo el cielo a cubetadas. Corriste a resguardarte bajo el toldo maltrecho de una tienda de pelucas cerrada y llamaste para avisarme que no podrías verme. Ibas a pedir un taxi, pero yo estaba cerca y pasé por ti.

Te encontré con el traje más mojado que un trapeador de balneario, el cabello escurriendo, tu portafolio en la mano y cara de vergüenza. La neta me mataba de risa verte así, como mojarra en cubeta, pero me aguanté nomás porque apenas te estaba conociendo. La idea era que me invitarías a cenar, pero en esas condiciones no había modo. Fuimos directo a un motel.

Te desnudaste, pusiste tu ropa en el sillón para que se secara y te metiste a dar un baño de agua caliente, según tú para prevenir el resfriado, según yo, para quitarte el olor a charco. Me recosté a esperarte y me puse a ver televisión. Saliste sonriendo con una toalla en la cintura.

-Me gustas-, dijiste cuando te sentaste, justo antes de darme y un beso. Besas bien ¿Sabes? Tus labios son francos y espontáneos. A veces, cuando estás muy caliente, parece que me quieren devorar; otras son apenas una caricia, un aperitivo que prepara la piel para un encuentro amoroso. Tus manos fueron a mi cintura y empezaste a desnudarme.

Tú sabes que yo unas veces ayudo y otras nada más me pongo flojita. Me quité la blusa mientras tú jalaste mis jeans. Estaba en lencería y tú completamente desnudo. Comenzaste a trepar por mi cuerpo distribuyendo besos y caricias desde los tobillos hasta mi boca. Porque en mi boca fue donde tus labios se incendiaron y los besos se volvieron pasionales. Sentí tus manos buscar en mi escote, apretar mis senos, buscar mis pezones endurecidos bajo la tela.

Te me echaste encima con suavidad, comiéndome a besos, sentí tu miembro rígido crecer e incrustarse en la piel de mis piernas, apuntando hacia mi sexo. Rodamos en la cama y quedé encima de ti. Me senté sobre tu pelvis y te devolví los besos que me habías dado tú antes. Fui buscando las cosquillas en tu pecho, en tu cuello, en tus muslos. Gemías como poseso cuando me llevé tu sexo a la boca. De pronto, me cargaste de las piernas y con un movimiento me pusiste sobre tu cara y comenzaste a comerme. Era rico sentir tu falo en mi garganta y tu lengua en mi vagina, jugando con mi clítoris, lamiendo la vulva desde el nacimiento hasta la cúspide. El sexo de esa noche fue maravilloso, inolvidable.

Después platicamos largo y tendido. Te conté mi historia, de mis novios de antes y del prángana de bata blanca que en aquella época jugaba a ser mi galán. Te coné de la forma en la que medianamente había logrado mantener el secreto de mi doble vida sin levantar sospechas. Nos reímos mucho, pero entre una cosa y otra, en ese momento me ayudaste a inventar una coartada razonable para el asunto del trabajo.

Esa misma semana me mandaste hacer tarjetas de presentación, en las que bajo mi nombre y a un lado del logo de la empresa donde trabajas, dice Coordinadora de Relaciones Públicas y un número telefónico al que, si alguien llama y pregunta por mí, una secretaria explica que estoy fuera de la oficina y enlaza la llamada a mi celular.

Es un montaje simple, pero que le ha dado credibilidad a mi trabajo falso y es, hasta la fecha, como quienes no saben que soy prostituta (incluido el profe), piensan que me gano la vida. Hace unos días me invitaste a desayunar y me propusiste comenzar a trabajar de verdad. Eso sí, será desde abajo y sin más privilegios que tratarse de una chamba en la que puedo tener mucha movilidad y no estar atrapada en un escritorio. No cobraré mucho y nadie podrá saber de mi doble vida, pero empezaré a poner en práctica mi profesión, la que aprendí en la escuela. No sé querido Mat, pero aunque alguna vez pensé que esto te lo diría frente a un cura y no frente a un contrato de trabajo, pero tengo que decirlo: Sí, acepto.

Un beso

Lulú Petite

 

 

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