"Sólo me pongo triste cuando alguno" Por Lulú Petite

Hacía mucho, pero mucho, que no veía al conferencista ¿te acuerdas de él? Es un cliente que conocí en tiempos de la escuela...

Lulú Petite
Viral 10/10/2013 05:57 Lulú Petite Actualizada 06:00
 

Querido Diario: 

Hacía mucho, pero mucho, que no veía al conferencista ¿te acuerdas de él? Es un cliente que conocí en tiempos de la escuela.

No digo que nos conocimos en la escuela, porque aunque yo allí lo vi por vez primera, no fue donde él me conoció, sino el día que me contrató para coger. Ya sabes, de esas cosas que tiene la vida: era un cliente que, unos días antes de llamarme, había ido a mi escuela para dar una conferencia. Desde que lo vi me pareció guapo.

Una tarde, por mera coincidencia, cuando se abrió la puerta de la habitación, allí estaba él. No sabía que yo había estado entre el público en mi escuela, simplemente me vio en internet, le gusté y llamó, pero cuando le conté que lo conocía le pareció gracioso. Cogimos de lo más rico y se volvió un cliente recurrente. Igual hacía mucho que no nos veíamos.

Me había marcado en algunas ocasiones, pero por una cosa o la otra, no habíamos podido concretar la cita, ya sabes, me agarraba de viaje u ocupada y no se había dado.

El lunes marcó muy temprano para preguntar si podíamos vernos a las dos de la tarde. Yo había quedado con Iván a las tres para comer, pero pensé que si le decía de nuevo que no a mi conferencista, podría suponer que lo estaba evitando, además, tenía ganas de verlo.

Primero le pregunté si podía ser en la noche o después de la comida, pero como dijo que se le complicaba, apechugué y accedí a atenderlo a las dos de la tarde. Llamé a Iván y catafixié la comida por cena.

Nos vimos puntualmente. Él lucía igual de interesante que siempre. No es un hombre guapo a la manera tradicional, su atractivo está más en su personalidad: Su talento, su forma de hablar, su sonrisa, su mirada profunda, incluso su calvicie lo hace ver más sexy, no sé, un encanto difícil de explicar, pero que me hace pasarla de maravilla cada vez que estamos juntos. Ya ves, la inteligencia es sexy.

Después de una breve charla para actualizarnos, puse música y comencé a atenderlo. Me gusta su forma de ser y disfruto cómo me hace el amor. A veces, cuando está muy caliente, quiere hacerlo con arrebato, como el mar picado; otras veces, lo encuentro tranquilo, como un lago en calma, y entonces quiere tomarme despacito, acariciarme poco a poco, besarlo todo, respirarme.

Así lo encontré el lunes, con ánimo para sexo suave. Más conversador que apasionado. Dice que le gusta mi cuerpo delgado, que siempre le han gustado las mujeres así. Me contó, no sé si como un descuido o una confidencia, que así era el amor de su vida, bajita, delgadita, parecida a mí. Te sorprenderías si te dijera cuántos clientes vienen a mí buscando algo que les recuerde el pasado, a una persona, una época feliz, un amor perdido o imposible. Supongo que es parte del trabajo, jugar a hacer posible la fantasía. Suspiró, como recordando a una novia delgada de su adolescencia.

Me senté en la cama junto a él y comencé a besarlo. Cada cosa llevó a las otras, los besos a las caricias, las caricias a la desnudez, la desnudez a la pasión, la pasión al clímax.

El sexo, como siempre, fue bueno. Me recosté un segundo sobre su pecho y le dije que se veía muy guapo y que me daba gusto verlo de nuevo. Él me abrazó y se puso a platicar. De pronto, entre una cosa y otra, me preguntó por ti.

-¿Y tu amigo? ¿Cómo está?- Me dijo.

¿Qué amigo?- respondí sorprendida.

-Tu amigo, del que siempre escribes ¿Ya andas con él?- insistió. Me quedé callada unos segundos, no estaba segura de que se estuviera refiriendo a ti.

-Mat, se llama Mat ¿no?- dijo al fin.

Es normal, no lee todo lo que escribo y, por lo tanto, no sabía que estás muerto. Le conté en términos generales lo que pasó, pero no quise entrar en detalles. Él se apenó mucho, pero le dije que no importaba.

Claro que importa, pero no porque me duela. Es normal, me pasa de vez en cuando, en el trabajo y en la vida cotidiana. Siempre hay alguien que nos conoció o supo de nosotros y, de vez en cuando me preguntan por ti. Es incómodo contarles, siempre se sacan de onda, pero sinceramente no me molesta. No necesito que hablen de ti para recordarte, si bien sabes que todos los días te pienso, que hablo contigo, que te escribo.

De todos modos, le repetí que estaba bien, que ya había pasado, prefería cambiar de tema. Él, sin embargo, con esa lucidez de hombre culto, me dijo algunas palabras calurosas y precisas sobre cómo la gente que se va, se queda siempre con nosotros. Igual cuando me despedí iba tranquila, pero con un pedacito de nostalgia haciéndome cosquillas en la sesera y unas ganas enormes de que me abrazaras.

Trabajé ese día otras dos veces, me fue bien, continué contenta mi rutina amorosa de sábanas y besos. Eran clientes amables y divertidos, la pasé bien con ellos. Ya eran casi las nueve y acababa de apagar el teléfono de trabajo para ir a cenar con Iván, todavía traía en la cabeza las palabras amables que el conferencista dijo de ti, cuando entró la llamada a mi número personal:

-Hola ¿Eres Lulú?

-Sí, soy yo ¿Quién habla?

-Soy César ¿Te acuerdas de mí? El hermano de Mat

No sé por qué, pero sentí escalofríos.

Hasta el martes

Lulú Petite

 

 

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